Amanecer
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Tyrion y Teclis

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Mensaje  Aliennah Miér 8 Oct 2008 - 21:02

Entre los Altos Elfos, los nombres de Tyrion y Teclis son pronunciados con un susurrante respeto. La fama de estos hermanos gemelos se extiende por toda Ulthuan y hasta mas allá del océano. El Príncipe Tyrion es el General Elfo que rechazó la Gran Incursión del Caos hace doscientos años. Teclis es el hechicero más poderoso de esta era del mundo, un mago tan poderoso que existen hechizos y objetos mágicos que tienen su nombre. Nacidos en el seno de una de las familias más antiguas de Ulthuan, los hermanos pueden trazar su línea genealógica hasta el Rey Fénix Aenarion, el primero y más poderoso Rey Fénix. El destino de ambos hermanos es llevar a cabo proezas formidables y dirigir los destinos de los reinos.

Ambos hermanos son tan diferentes entre sí como la noche y el día. Tyrion es alto, orgulloso y justo, un maestro de armas, un digno rival de los Príncipes Dragón de antaño en ferocidad y habilidad en el combate. Es el paladín elegido por la Reina Eterna de Avelorn, un guerrero sin par y un adversario implacable. Entre los Elfos Oscuros de Naggaroth es conocido como el Segador; para los Goblins del Paso del Hacha Roja, es Azote de Orcos; y, en el norte, los Norses lo conocen como Verdugo de los Hombres. Durante dos siglos se ha interpuesto entre los Elfos de Ulthuan y sus numerosos enemigos. Es un poderosos paladín, un escudo indestructible contra la oscuridad. Se dice que, encarnado en él, Aenarion el Defensor camina de nuevo sobre la tierra.

La antigua maldición de la línea familiar de Aenarion parece haber afectado con mayor intensidad al hermano gemelo de Tyrion, Teclis. Su hermano es poderoso; él es débil. Tyrion tiene piel resplandeciente y dorados cabellos; Teclis es pálido, oscuro y demacrado. Tyrion habla con palabras justas y sus ideales son siempre nobles; Teclis es un conversador mordaz y cruel. Desde pequeño, Teclis ha sido enfermizo y tísico. De niño estuvo dominado por una insaciable curiosidad y demostró un formidable don para la hechicería. Fue educado por los ascéticos Señores del Saber de la Torre de Hoeth, que detectaron en él un gran poder. Dentro del recinto de la Torre Blanca, guardada por ilusiones mágicas muy ingeniosas, aprendió los misterios de la hechicería y creció para convertirse en un verdadero maestro de la Alta Magia.

Las guerras contra los Elfos Oscuros


Cuando llegó la Gran Incursión del Caos, el destino eligió a los dos gemelos. Procedentes del Norte, los Elfos Oscuros avanzaron por Ulthuan saqueando, arrasando y aniquilando. Su alianza con los adoradores de los cuatro Poderes del Caos los hacía parecer indestructibles. Las gigantescas Arcas Negras de Naggaroth vomitaron una ola de corrupción sobre las costas de las tierras élficas. Navíos de hierro rojo cubiertos de runas transportaron hasta Ulthuan miles de guerreros del Caos enloquecidos por su furia asesina. El Rey Brujo de Naggaroth puso su pie una vez más sobre la tierra de la que había sido exiliado mucho tiempo atrás. Los Altos Elfos, que no estaban preparados para la guerra, sufrieron derrota tras derrota a manos de sus parientes adoradores del Caos. Por otra parte, en las tierras de los Hombres las cosas no iban mejor. El dividido imperio, que durante tanto tiempo había estado sumido en una contínua pugna entre facciones, no podía hacer frente al Caos. Fue un tiempo de muerte y oscuridad. El mundo se acababa, sumido en la muerte y la desesperación.

Tyrion se encontraba en Avelorn, en la corte de Alarielle, la recién coronada Reina Eterna, cuando aparecieron los Elfos Oscuros. Los ensordecedores rugidos de sus bestias resonaba triunfalmente en el corazón de una tierra que nunca antes había sido mancillada por el Caos. Precipitadamente, la Guardia de Doncellas de la Reina se puso en marcha para enfrentarse con los enemigos de su señora. Un destacamento de guerreros organizado rápidamente partió para presentar batalla, pero no sirvió de nada. Los Elfos Oscuros eran demasiado fuertes y parecía que la Reina Eterna, el líder espiritual de Ulthuan, iba a caer en sus garras. Desesperado, Tyrion la sacó de su pabellón de seda y abrió un camino de sangre masacrando a todos los Elfos Oscuros que se interpusieron en su camino. En la huida, Tyrion fue herido por una elfa bruja, pero, a pesar de ello, los dos escaparon hacia el corazón de los antiguos bosques y desaparecieron. Los rumores de la desaparición de la Reina Eterna se extendieron por todo el país y los corazones de los Elfos se llenaron de desesperación.

Cuando las noticias de la desaparición de su hermano llegaron a la Torre Blanca, Teclis se negó a creer que hubiera muerto. Desde su nacimiento, Tyrion y él compartían una comunión especial y estaba convencido de que, si su hermano estuviera muerto, él lo sabría. Decidió abandonar la Torre y partir en su busca. Utilizando todos sus conocimientos, forjó para sí mismo una espada y la imbuyó de mortíferos hechizos. Viendo que era imposible disuadir a Teclis de su empeño, el Gran Señor del Conocimiento le entregó la Corona de Guerra de Saphery y lo dejó partir. Percibió el destino del joven y supo que los destinos de los reinos élficos descansaban sobre sus hombros. Ahora Teclis era más fuerte, pues las pócimas de los Señores del Saber le habían ido proporcionando una fuerza mortal. El Gran Señor del Conocimiento esperaba que fuese suficiente.

Tyrion y la Reina Eternahabían huído a través de una tierra arrasada por la guerra. Los viejos bosques habían sido incendiados por los Elfos Oscuros, que buscaban venganza por su largo exilio. Un ejército de caballería de Ellyrion había sido destruido en el campo de batalla por los hechizos del Rey Brujo. Los príncipes de Caledor se esforzaban en despertar a los últimos dragones mientras los grandes navíos de Lothern eran expulsados de los mares por las flotas del Caos. Un ejército de Elfos Oscuros reconquistó la Isla Maldita y el Altar de Khaine cayó una vez más en sus manos. Las victorias se sucedían para los vástagos de Naggaroth. Las amargas derrotas se sucedían para los Altos Elfos.

Los Elfos Oscuros celebraron con gran júbilo la noticia de la pérdida de Alarielle, pero el Rey Brujo se negaba a creer los rumores de su muerte. Insistía en que se encontrase su cuerpo para poder mostrarlo crucificado sobre su estandarte. Cuatro asesinos se presentaron ante él y le juraron que no descansarían hasta que le llevasen el cadáver de Alarielle. Los Elfos Oscuros buscaron a la pareja de fugitivos por todas partes. Tyrion y la Reina Eterna a menudo tenían que esconderse enterrándose bajo el barro para evitar las patrullas de Elfos Oscuros. Mientras tanto, el veneno de la Elfa Bruja hacía mella en Tyrion, que iba debilitándose por la fiebre; y, con su tierra destruida, la joven Reina Eterna no poseía el poder para salvarlo.

Los Altos Elfos se vieron obligados a emprender una guerra de guerrillas en su propia tierra, mientras que los sirvientes de la Oscuridad reinaban en todas partes. Sin embargo, un nuevo rumor llegó a oídos de todos. Un mago alto elfos andaba suelto y no había nadie que pudiera derrotarlo. Era un joven pálido que llevaba la Corona de Guerra de Saphery. Cuando avanzaba, los Elfos Oscuros temblaban porque dominaba los poderes de la magia como si hubiese nacido con ellos. Sus palabras invocaban rayos. Abatía monstruos y destruía a los guerreros del Caos con una sola palabra. Un paladín de Slaanesh llamado Alberecht Numan lo retó en combate singular, pero él y sus seguidores quedaron inmediatamente convertidos en polvo. Intervino en la batalla del Vado de Hathar y aniquiló al Cónclave de los Diez de Ferik Kasterman, los hechiceros de Tzeentch más temidos de la fuerza invasora. Eran victorias pequeñas, pero, en esos días de oscuridad, devolvieron la esperanza a los Altos Elfos.

Y esperanza era lo que más necesitaban los habitantes de los numerosos reinos de Ulthuan. La garra del Caos mantenía el continente isla firmemente atrapado. Desde Cracia, en el Norte, a Yvresse, en el Sur, las tierras élficas estaban infestadas de enemigos. Ni siquiera las aguas del Mar Interior se encontraban libres de incursiones de los Elfos Oscuros. Se contruyeron barcos con los árboles de los destrozados bosques a una velocidad sobrenatural y pronto las incursiones llegaron hasta la Isla de los Muertos, donde los seguidores del Caos fueron rechazados por poderosos hechizos de defensa. Solo en Saphery, alrededor de la Torre Blanca, y en las murallas de la poderosa fortaleza de Lothern se logró detener a los Elfos Oscuros. E, incluso allí, la situación parecía insostenible. Tres Arcas Negras empezaron a asediar el gran faro de Lothern. Tanto de día como de noche, las explosiones de los hechizos y los disparos de las máquinas de asedio golpeaban las murallas. El propio Rey Fénix se hallaba atrapadoo dentro de la ciudad. Parecía que era solo cuestión de tiempo que toda la tierra fuera devorada. Con la desaparición de la Reina Eterna, la moral para continuar la lucha de los Altos Elfos era muy escasa.
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Mensaje  Aliennah Miér 8 Oct 2008 - 21:04

La hora más oscura

En los bosques de Avelorn la caza llegaba a su fin. Los cuatro asesinos atraparon finalmente a Tyrion y su preciada carga atacando su campamento por la noche. En Noble Elfos, aunque herido, luchó como un lobo rabioso. Los asesinos elfos oscuros murieron bajo el furioso ataque de su espada, pero no antes de que enviasen un familiar mensajero para que llevase la noticia de su descubrimiento al Rey Brujo. Aullando triunfalmente, el Señor de Naggaroth envió para dar el golpe de gracia a su propio paladín, el Guardián de los Secretos N´Kari. Con un gran rugido, el Gran Demonio desapareció en el cielo nocturno en busca de su presa.

Encontró a Tyrion y a la Reina Eterna justo antes del alba y cayó sobre ellos como una estrella que cae del firmamento. En otros tiempos, la Reina Eterna podría haberse desembarazado con facilidad del demonio, pero sus poderes se hallaban muy debilitados a causa de la devastación sufrida por su tierra. Tyrion se tambaleó, decidió vender cara su vida. Con un golpe de su poderoso puño, el demonio apartó al herido guerrero a un lado. Una vez ante la Reina Eterna, alargó una de sus mortíferas garras para acariciar su mejilla antes de ejecutar la sentencia.

En ese instante, un rayo surgió de la oscuridad de la noche y el demonio cayó hacia atrás. Una figura de aspecto frágil, que llevaba en la cabeza el yelmo de la luna en forma de cuernos de Saphery, emergió del bosque. Rápidamente, se situó entre la Reina y el Guardián de los Secretos. Con un rugido de rabia, el demonio se levantó para enfrentarse a él. Teclis pronunció unas palabras atronadoras y creó una esfera de brillante energía que devolvió al demonio al lugar del que nunca debería haber salido. En seguida, Teclis se aprestó para ayudar a su hermano. Emplenado todos sus conocimientos sobre remedios para sanar aprendidos en la Torre Blanca, consiguió traer de vuelta al espíritu de Tyrion desde el borde del abismo. Cuando el Rey Brujo vio en su negra bola de adivinación la derrota de su demonio, su ira no conoció límites. Ordenó que un millar de prisioneros altos elfos fueran sacrificados inmediatamente a Slannesh. La guerra continuó, así, con renovada ferocidad.

Teclis guió a la Reina Eterna y a su gemelo a las costas del Mar Interior. Allí fueron recogidos por un navío blanco tripulado por los supervivientes de la Guardia de la Reina que los llevó a la Llanura de Finuval, donde los Altos Elfos se estaban concentrando para la última y desesperada confrontación.

Los Aurigas de Tiranoc corrieron a colocarse en posición entre la caballería de los Yelmos Plateados y los lanceros de Cothique e Yvresse. La caballería de Ellyrion se situó al lado de las tropas de élite de los Leones Blancos de Cracia. Comandantes elfos montados sobre grifos sobrevolaban el ejército. Los Maestros de la Espada de la Torre Blanca formaron junto a la Guardia de Doncellas de la Reina Eterna. Cuando se supo de la llegada de la Reina Eterna, un gran grito de júbilo surgió del ejército y todos los guerreros recuperaron su moral. Pero, entonces, una gigantesca nube de polvo que se levantó en el horizonte anunció la llegada del enemigo.

La Batalla de la Llanura de Finuval

Aquella noche, ambos ejércitos acamperon casi a tiro de flecha el uno del otro. Las hogueras de los guardias podían verse desde los puestos de vigilancia del adversario. En el campamento alto elfo, Tyrion y Teclis se reunieron con su padre Arathion. El viejo Señor Alto Elfo regaló a Tyrion la Armadura de Dragón de Aenarion. Esta armadura había sido llevada por el primer Rey Fénix durante las antiguas guerras contra el Caos. Había sido forjada en el Yunque de Vaul y podía resistir el aliento de los dragones. En gratitud por el rescate de la Reina Eterna, los elfos de Ellyrion le regalaron el mejor de sus corceles, Malhandir, el último ejemplar de la familia de Korhandir, padre de los caballos. La propia Reina Eterna le regaló un broche en forma de corazón para que regresara sano y salvo. En su poderosa mano, Tyrion empuñaba la espada rúnica Colmillo Solar, forjada en épocas antiguas para acabar con los demonios. Así pues, Tyrion estaba listo para la batalla.

Alariella entregó a Teclis el sagrado Báculo de Lileath, que le proporcionaría una fortaleza y energía tales, que ya no tendría que depender de sus pócimas revitalizantes. Teclis rehusó el ofrecimiento de cualquier espada; prefería emplear la que había forjado con sus propias manos. Ahora estaba en condiciones de situarse junto a su hermano en el campo de batalla.

El amanecer reveló toda la magnitud de las fuerzas del Caos. Inacabables filas de ballesteros elfos oscuros entonaban alabanzas a Slaanesh; una horda de Gélidos gruñía y rugía a la fría luz de la mañana; guerreros protegidos por cotas de malla blandían sus lanzas; las Elfas Brujas reían y parloteaban de forma frenética; los Señores de las Bestias conducían manadas de monstruos hasta sus posiciones; un flanco entero del ejército del Rey Brujo estaba formado por Caballeros del Caos y sus bestiales seguidores. Los Altos Elfos eran ampliamente superados en número, la situación parecía desesperada. En una colina yerma en el centro del ejército, se alzaba la gigantesca figura del Rey Brujo observando el campo de batalla seguro de que la victoria no podía escapársele de su garra de hierro.

Urian Poisonblade, el Paladín Personal del Rey Brujo, lanzó un desafío para librar un combate singular. ¿Habría alguien en el ejército de los Altos Elfos lo suficientemente valiente como para enfrentársele? La reputación de Urian le precedía. Había sido adiestrado para el combate por el propio Rey Brujo. Era el más hábil de los asesinos, el más implacable de todos. Tenía el corazón de un demonio y los ojos de un halcón. Podía atar a un toro con sus manos desnudas y desviar una flecha con un golpe de su espada. Era la personificación de la muerte.

Arhalien de Yvresse fue el primero en responderle. Era un poderoso soldado, veterano de innumerables batallas. Sin embargo, Urian acabó con él como si se hubiese tratado de un niño. El ejército elfo lamentó su pérdida con desesperación y consternación. El siguiente fue Korhian Ironglaive, Capitán de los Leones Blancos, el guerrero más famoso de Cracia. Intercambiaron golpes tan rápidos que no podían seguirse con la vista, pero fue en vano; en pocos minutos, el orgulloso Alto Elfo yacía decapitado sobre la llanura. Entonces se adelantó Tyrion.

Fue una batalla como nunca antes habían presenciado los que allí se congregaban. Era como si los propios dioses estuvieran enfrentándose. Saltaban chispas cada vez que entrechocaban las espadas. Ambos guerreros luchaban en medio de un silencio mortal. Una y otra vez la brillante espada negra de Urian rebotó contra la armadura de Tyrion. Una y otra vez el maestro asesino esquivó el golpe de Colmillo Solar. Lucharon durante una hora y parecía que ninguno de los dos iba a ganar. Los hechizos enviados por el Rey Brujo para ayudar a su paladín zumbaban en el aire a su alrededor. Con el sudor surcando su frente, Teclis lograba dispersarlos.

Los presentes contubieron la respiración. Parecía imposible que nadie pudiese sobrevivir a esa tormenta de golpes. Entonces Tyrion resbaló y Urian se abalanzó sobre él con la espada en alto. Era la situación que había esperado el Alto Elfo; un rápido movimiento de su espada traspasó el corazón de Urian. La hueste de la oscuridad lanzó un alarido de furia y cargó para arrollar al solitario guerrero élfico y el ejército de los Altos Elfos se lanzó hacia delante para enfrentarse con el enemigo. Malhandir fue el primero en llegar al lado de Tyrion, que, saltando sobre su silla, se revolvió para enfrentarse a sus enemigos.

Los dos ejércitos chocaron en el centro de la Llanura de Finuval. Los Elfos Oscuros eran más numerosos y sus aliados eran despiadados. Los Altos Elfos luchaban por su tierra natal y por la Reina Eterna. Tenían el valor de la desesperación que se derivaba del convencimiento de que esa era posiblemente la última oportunidad de cambiar su funesto destino. Durante todo el día, anbos ejércitos lucharon con furia salvaje. Ambos bandos estaban motivados por el amargo odio que la antigua guerra civil había engendrado. Las nubes de pivote de ballesta, tan numerosas que oscurecían el cielo, eran respondidas por nubes de flechas blancas. Los pesados Gélidos fueron neutralizados por los ágiles guerreros élficos. La caballería de Ellyrion fue rechazada por las apestosas bestias del Caos. Los hechizos surcaron los aires. La sangre se mezcló con el polvo levantado en el campo de batalla. Murieron miles de elfos, pero ninguno de los dos bandos cedió un ápice de terreno. Tan descomunal sue la batalla, que los guerreros lucharon sobre los cuerpos de los muertos y los cuervos se atiborraron con los heridos atrapados bajo los montones de cadáveres.

Justo en el centro de la batalla, Tyrion luchaba con la furia de una bestia enloquecida y sedienta de sangre. Su gran espada ardiente partía a un enemigo por la mitad con cada golpe y su brillante armadura rechazaba las acometidas de las espadas de sus desesperados enemigos. El Noble Alto Elfo valía por sí mismo tanto como todo un ejército. Allí por donde pasaba, los Altos Elfos recobraban nuevos ánimos. Malhandir pisoteaba a los Elfos Oscuros bajo sus cascos plateados. Pero Tyrion no podía estar en todas partes y, lentamente, el peso de la superioridad numérica empezó a decantar la batalla en contra de los Altos Elfos.

La derrota del Rey Brujo

En el fragor de la batalla, Teclis luchó contra la oscura hechicería del Rey Brujo. El oscuro señor de Naggaroth había perfeccionado sus artes malignas durante muchos milenios y, por primera vez, Teclis se enfrentaba a un enemigo que le superaba. Se concentraron y lanzaron titánicas energías mágicas. Los rayos rasgaban el oscuro cielo. Grandes nubes, capaces de desollar a los hombres hasta los huesos, fueron dispersadas por vientos mágicos. Los demonios aullaban y parloteaban mientras participaban en la carnicería. Teclis se elevó por los aires para observar mejor la batalla. Desde lo alto de una colina asolada, el Rey Brujo respondía a cada uno de sus hechizos.

Teclis vio que el curso de la batalla se decantaba a favor de las fuerzas de la oscuridad. La hueste de los Elfos Oscuros era demasiado grande. Parecía que los Altos Elfos serían aniquilados en su totalidad. En ese instante, comprendió que el fin estaba próximo; era el momento de una acción arriesgada. Invocó el poder de Lileath y su báculo brilló y latió mientras la diosa le suministraba poder. Teclis convirtió ese poder en una titánica descarga de energía que lanzó contra el Rey Brujo.

Frenéticamente, el maligno hechicero trató de dispersarla, pero fue incapaz de hacerlo. La descarga de energía cayó sobre él y lo consumió hasta el alma. En el último momento, se vio obligado a retirarse del universo material hacia la disformidad para evitar su muerte total y definitiva. Libre de la carga que representaba enfrentarse al Rey Brujo, Teclis dirigió entonces sus enerrgías hacia la hora del mal. Un hechizo tras otro cayó sobre los Elfos Oscuros; la matanza era demasiado terrible como para contemplarla.

Tyrion cabalgó sobre Malhandir hasta el portaestandarte del Rey Brujo. El Alto Elfo mató fácilmente a su adversario y Malhandir pisoteó el estandarte. Viendo que su Señor había sido derrotado y su estandarte destruido, los Elfos Oscuros se desmoralizaron. Sobre ellos, un hechicero aparentemente invencible sembraba la muerte entre sus filas; delante de ellos, un guerrero imparable se abría paso entre las apretadas filas como un barco cortando las olas con su quilla. Casi todo el ejército intentó dar media vueltay huir; casi todos fueron aniquilados. Los Altos Elfos habían alcanzado su primera gran victoria. La suerte había cambiado.

Tyrion dirigió el ejército hacia el Sur para levantar el asedio a Lothern. Las noticias de su llegada dieron nuevas fuerzas a los Altos Elfos. El alto guerrero, que tenía el favor de la Reina Eterna, y su gemelo mago eran temidos por el enemigo. El ejército Alto Elfo atacó las tropas que asediaban Lothern y masacró hasta el último de sus adversarios. El Rey Fénix partió con la Guardia de Lothern para salir a su encuentro. Atrapado entre el yunque y el martillo, el ejército asediante fue aplastado. Bajo las murallas de Lothern, Tyrion y Teclis fueron recibidos por el Rey Fénix en persona.

Dos días más tarde quedó trazado el plan de acción para expulsar a todos los Elfos Oscuros de las tierras de Ulthuan. Tyrion se dirigiría con un ejército alto elfo a Saphery para liberar la tierra de Hoeth. Mientras, el Rey Fénix se dirigiría hacia el Norte para enfrentarse directamente con el enemigo. Desde Caledor llegó la noticia de que los Dragones habían despertado. Los Altos Elfos tenían la victoria al alcance de la mano.
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Mensaje  Aliennah Miér 8 Oct 2008 - 21:05

El don de la magia

Cuando los ejércitos se preparaban para ponerse en marcha, un buque que apenas podía mantenerse a flote entró en el puerto. Su capitán era Pieter Lazl, embajador personal de Magnus el Piadoso. Traía noticias de las calamidades del Viejo Mundo. Los ejércitos del Caos habían asolado Kislev y amenazaban con arrasar todas las tierras de los hombres. Magnus dirigía la resistencia del Imperio y, puesto que necesitaba desesperadamente ayuda, había enviado a Lazlo a buscarla entre los Altos Elfos. Los Altos Elfos sabían que apenas podían prescindir de un solo hombre, pero también sabían que, si la humanidad era aniquilada, las fuerzas del Caos del Viejo Mundo ayudarían a los Elfos Oscuros.

Escuchando una vez más la llamada del destino, Teclis se ofreció voluntariamente para ayudar a la humanidad. Yrtle y Finreir, dos de sus viejos camaradas de la Torre de Hoeth, decidieron acompañarlo. Era todo lo que podía hacerse. Los hermanos se separaron en los muelles de Lothern. Fue un adiós lleno de siniestros presagios. Ninguno de los dos sabía si volverían a verse de nuevo. Teclis embarcó en su nave. Tyrion se alejó cabalgando con su ejército. Pasarían muchos años antes de que pudieran reunirse de nuevo.

Al mando ahora de un ejército de Altos Elfos, Tyrion demostró ser tan buen general como guerrero. Su ataque por sorpresa hizo retroceder a las fuerzas del Caos en los bosques que rodeaban la Torre Blanca. Reforzado por un contingente de Maestros de la Espada, su ejército avanzó hacia el sur de Avelorn para reconquistar las tierras de la Reina Eterna. Allí los Elfos Oscuros habían quedado desmoralizados por la derrota del Rey Brujo y eran continuamente hostigados por las guerrillas. Tyrion los expulsó de los bosques hacia las colinas del sur de Cracia.

En estas tierras montañosas se libró una amarga guerra de emboscadas y contraemboscadas. Pero el Rey Fénix había cedido a Tyrion los servicios de una unidad de Leones Blancos y el conocimiento que estos aguerridos guerreros tenían de su tierra demostró ser valiosísimo. En el año 2303, justo dos años después de que empezara la invasión, el Rey Fénix y Tyrion se encontraron enm Tor Achare, la capital de Cracia. Los Elfos Oscuros habían sido expulsados de las principales tierras de Ulthuan. La guerra estaba prácticamente decidida a favor de los Altos Elfos, pero las luchas por la expulsión total de sus enemigo aún habrían de continuar azotando violentamente la isla durante décadas.

Mientras tanto, en el Viejo Mundo, Teclis y sus compañeros habían llegado a la corte de Magnus el Piadoso, donde los sabios consejos de Teclis y su poderosa hechicería prontolo convirtieron en un valioso consejero. La influencia de los tres magos altos elfos cambió el curso de la guerra. Enseñaron a los humanos algunos hechizos de batalla bastante sencillos. Estos hechiceros humanos, junto con su dominio de las temibles fuerzas de la magia, ayudaron a obtener muchas victorias para la humanidad. En muchas batallas, los tres magos élficos demostraron su disposición a derramar su propia sangre defendiendo las tierras de los hombres. Tanto Teclis como Finreir resultaron heridos varias veces; el propio Yrtle murió en combate y fue enterrado con grandes honores. Pero fue después de la guerra, cuando Magnus ya había expulsado al enemigo de las tierras de los hombres y fue aclamado como nuevo Emperador, cuando Magnus llevó a cabo su acción más significativa.

Pidió a Fenrir y Teclis que enseñaran los secretos de la magia a los humanos. El nuevo Emperador había observado lo importante que esta había sido para rechazar la invasión del Caos y quería añadir un arma más al arsenal de la humanidad. Al principio, Finreir se resistió. Los Elfos y los Hombres se habían enfrentado anteriormente y podían volver a hacerlo. Teclis lo consideró desde otro punto de vista. Creía que, al ayudar a los hombres a defenderse del Caos, se formaría un importantísimo muro de contención contra las fuerzas de la oscuridad. Finalmente, prevalecieron las tesis de Teclis y se fundaron los Colegios de la Magia. El propio Teclis enseñó a los primeros estudiantes humanos y transcurrieron más de veinte años antes de que regresara a su hogar. En su trabajo como maestro llegó a apreciar la raza de los hombres; sin embargo, vio en ellos tanto magníficas posibilidades como la gran amenaza que con el tiempo pudieran llegar a superar a la raza élfica, que estaba en irremediable declive.

Los dos hermanos se reunieron de nuevo en su hogar ancestral en el año 2326, cuando Teclis regresó para asistir al funeral de su padre. Era un momento triste, pero los dos se abrazaron con alegría. Tyrion era el Paladín elegido por la Reina Eterna y solo estaba por debajo del Rey Fénix entre los defensores de Ulthuan. Teclis tenía la intención de regresar al Imperio para proseguir con su trabajo, pero le llegó la noticia de que el Gran Señor del Conocimiento de la Torre Blanca había muerto y el consejo le ofrecía a Teclis su puesto. Teclis no podía rechazar un honor como ese, por lo que ingresó el la Torre de Hoeth.

Desde los días de la Gran Guerra contra el Caos, los dos hermanos no han dejado de trabajar activamente en la defensa de Ulthuan. Tyrion estuvo al mando del ejército que derrotó a los incursores nórdicos de Erik Hacha Roja y dirigió dos expediciones contra la Isla Maldita para arrebatar el Altar de Khaine a los Elfos Oscuros. En ambas ocasiones obligó a huir a los vástagos de Naggaroth, pero estos siempre han acabado regresando. Cuando no se encuentra al mando de un ejército, Tyrion permanece en la corte de la Reina Eterna y mantiene la paz en Avelorn matando a monstruos errantes y dando caza a grupos de Hombres Bestia o de Goblins.

Teclis investiga sin descanso los antiguos misterios de la hechicería en la Torre Blanca. A menudo, sus experimientos lo han obligado a viajar a los lugares más recónditos del mundo. Ha viajado hasta las lejanas tierras de Lustria y Catai y ha ayudado a ejércitos tanto Humanos como Altos Elfos a enfrentarse a las fuerzas del mal.

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