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Los Reyes Fénix ~ La Cámara de los días

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Mensaje  Aliennah Miér 8 Oct 2008 - 19:19

"Una sala oculta en cuyas paredes hay escritas palabras de fuego sobre la roca. En ella se relata la historia de todos los Reyes Fénix pasados y futuros. Predice las muertes de cada uno de ellos y quiénes les sucederán. Aquel que ose detener su vista sobre estas palabras debe haber efectuado un voto de silencio que nunca podrá romper"

Aenarion el Defensor (del -4500 al -4220 en el calendario imperial)
Bel-Shanaar el Explorador (del -4220 al -2750 en el calendario imperial)
Caledor el Conquistador (del -2749 al -2199 en el calendario imperial)
Bel-Korhadris el Rey sabio (del -690 al 498 en el calendario imperial)
Aethis el Poeta (del 498 al 1120 en el calendario imperial)
Morvael el inquieto (del 1121 al 1502 en el calendario imperial)
Bel-Hator el Prudente (del 1503 al 2162 en el Calendario Imperial)
Finubar el Navegante (del 2163 al... en el calendario imperial)

Fuente: Los Archivos de Hoeth

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Aenarion el Defensor (del -4500 al -4220 en el calendario imperial)

Fue una era siniestra. Una era de guerra. Fue una era de terror y furia. Los monstruos de pesadilla del caos avanzaban sin cesar por la tierra. Los Ancastrales Slann habían desaparecido, abandonando a sus hijos para que se enfrentasen en solitario a los demonios. El portal polar, utilizado en otro tiempo por los Slannpara viajar entre las estrellas de planeta en planeta, se había colapsado, y una marea de energía mágica incontrolada inundó el mundo conocido. De los portales emergieron los engendros del Caos: demonios, brujos, los perdidos y los condenados. Inmediatamente avanzaron para devorar el mundo.
En Ulthuan, la tierra natal de los elfos, la larga y dorada era de paz llegaba a su fin. De los mares turbulentos emergieron las huestes del Caos para masacrar a los indefensos elfos. Cayeron sobre los hijos de la Reina Eterna como lobos sobre corderos recién nacidos. Inexpertos en la guerra e ignorantes de todo conflicto, los elfos no podían presentar ninguna resistencia. Guerreros de negras armaduras incendiaron los bosquecillos sagrados. Repugnantes hombres bestia masacraron pueblos y ciudades enteras. Los demonios aullaban y babeaban entre las ruinas de ciudades ancestrales.
Todo los que los elfos podían hacer era huir. Sus arcos y lanzas, usados solamente para cazar y en duelos de honor eran inútiles contra las armaduras de los guerreros del caos y los robustos pellejos de los demonios. Los elfos se ocultaron en cavernas, bosques y montañas; rezaron a sus dioses para que no fueron encontrados , y para que surgiera un héroe que les liberara del horror de sus atacantes.
Del despiadao baño de sangre de esta era terrible surgió Aenarion, el más grande y trágico de todos los héroes élficos: un paladín condenado, un dios caído, el guerrero más poderoso de una era de guerra constante; el primero, el más amado y el más maldecido de los Reyes Fénix de Ulthuan. Este titán condenado al fracaso sobresale por encima de la historia de su época como un coloso.
Poco se sabe de los primero años de la vida de Aenarion. Dicen que era un aventurero, una de aquellas almas inquietas que junto a un pequeño grupo de seguidores abandonó la paz eterna de Averlon en busca de fortuna y gloria en tierras lejanas. Cuando llegó el Caos, Aenarion luchó tan bien como supo, pero se dio cuenta de que las frágiles armas de los elfos y los pacíficos hechizos de la Reina Eterna no podían enfrentarse al poder de la oscuridad. Harto de la matanza de su pueblo, recorrió las tierras destruidas por la guerra hasta el templo de Asuryan, decidido a invocar la ayuda de su dios.
Aunque los ejércitos del Caos asediaban el templo, Aenarion se mantuvo en pie delante de la llama eterna y suplicó a Asuryan que ayudase a su pueblo. Si el dios le oyó, el no pudo ver ningún signo de ello. Aenarion quemó ofrendas, y el dios no le respondió. Sacrificó un cordero blanco. No llegó ninguna ayuda. Finalmente, desesperado, se ofreció a si mismo, diciendo que se lanzaría al fuego sagrado si Asuryan no salvaba a su gente. Como el dios no respondía, Aenarion mantuvo su promesa y se lanzó al ardiente infierno blanco. La agonía destrozaba su cuerpo. El dolor laceraba sus miembros. Su pelo se incendió. Su corazón cesó de latir. Los que le vieron pensaron que estaba muerto. Entonces ocurrió el milagro.
Aenarion se negó a morir. Lenta, dolorosamente, se tambaleó entre las llamas. Mientras hacía eso, su piel quemada sanaba y su destrozado cabello renacía. Emergió de entre las llamas ileso , transformado por el fuego purificador. Su piel era clara y translúcida, el espíritu de Asuryan había entrado en él. Le envolvía una luz que todos los presentes pudieron ver todos se dieron cuenta de que se había transformado en el recipiente de un poder transcendental. Cuando habló, los elfos se apresuraron a obedecer.
Aenarion salió del templo para ponerse al mando de los elfos. Junto a los muros del templo se enfrentó con la aullante horda del Caos. Recogió su lanza de caza y la lanzó contra Morkar, el general del Caos. El arma atravesó el cuerpo del señor del Caos y luego la garganta de su portaestandarrte antes de clavarse en el cuello de un minotauro. Desarmado, Aenarion descendió los peldaños del templo hacia el paralizado enemigo. Se detuvo y recogió la espada de Morkar. Rugiendo en busca de venganza, los seguidores del Caos se abalanzaron contra él. Pero fue como si hubiesen atacado una muralla de espadas con las manos desnudas. El poder de Asuryan era fuerte en Aenarion. Su espada portaba la muerte. Cada adorador del Caos que se puso a su alcance fue partido por la mitad. Ese día Aenarion podría haber destruido el sólo un ejército.
Viendo como inflingía tamaña destrucción entre un enemigo supuestamente invencible, los elfos del templo se animaron. Empuñaron sus lanzas, y cargaron en ayuda de Aenarion.
Aquel día se produjo una gran matanza, y la celebración posterior fue muy feliz. Los elfos habían conseguido una gran victoria. Todos los presentes juraron obediencia a Aenarion. Este, embarcó desde el templo de Asuryan y se dirigió a Caledor, el único lugar donde los elfos habían logrado resistir a las fuerzas del Caos. Allí Aenarion se reunión con el primer Príncipe Dragonero de Caledor, Caledor Domadragones, el más poderoso de los altos magos de la antigüedad.
Caledor percibió a Aenarion como lo que realmente era, un dios mortal, y dobló inmediatamente su rodilla. Montados sobre dragones, ambos se dirigieron hacia el templo del Yunque de Vaul, donde se forjó la armadura sagrada de Aenarion, junto con las armas y armaduras necesarias para equipar un ejército.
Durante un breve periodo de tiempo hubo un breve periodo de respiro en el conflicto. Aenarion obtuvo el tiempo necesario para elevar su estandarte y muchos elfos, supervivientes de la primera invasión, se agruparon junto a él. Eran los soldados perfectos para la cruzada de Aenarion. La mayoría había perdido a sus familias a causa del ataque de las fuerzas del Caos. Tenían muchas deudas que saldar y estaban dispuestos a sacrificar su vida para obtener venganza. Bajo la supervisión de Aenarion y su consejro Caledor, los elfos aprendieron el arte de la guerra. Se organizo un formidable ejército para proteger la patria de los elfos; justo a tiempo , puesto que los ejércitos del Caos ya se lanzaban de nuevo al ataque con redoblada ferocidad.
Como un rayo, los elfos descendieron de las montañas de Caledor. Caballeros montados sobre dragones aniquilaron a los ejércitos de hombres bestia. Ejércitos élficos de infantería equipados con las nuevas armas y armaduras obligaron a huir a los adoradores de los cuatro dioses del Caos. En la campaña que siguió, Aenarion forjó su ejército de la misma manera que un herrero forja una espda. A lomos de Indraugnir, el más anciano de los dragones, Aenarion estaba en primera linea en todas las batallas. Grandes formaciones de bestias con alientos de fuego cayeron sobre los ejércitos de la oscuridad y los expulsaron de Ulthuan, empujándolos hasta las costas del continente.
En Korumel, lo que hoy se conoce como Ellyrion, Aenarion mató al guardián de secretos N´Kari, exorcizando a este demonio del plano mortal durante muchos siglos. En las colinas al pie de las montañas al sur de Cracia, aniquiló al ejército de adoradores de Khorne de Vorgahn el Asesino. Limpiólos linderos del bosque sagrado en la Isla de las Manzanas de los Bailarines del Cráneo de Slaanesh y su sacerdotisa Aazella Silkenthings. El fuego de su dragón incineró a Hugin el Señor de las Plagas y a sus corruptas legiones de Nurgle. Por un momento, la guerra parecía llegar a su fin.
Una corta paz se instauró en Ulthuan, como un sudario sobre un cadáver. Era una paz de muerte y pesar en una tierra exausta por la guerra y abatida por la muerte. Fue una época de amistades breves y felicidades pasajeras. El portal polar permanecía abierto y fuera de control, corrompiendo el corazón del mundo como un cáncer.
La marea de energía mágica seguía creciendo. Ulthuan, situada en una brecha en el tejido de la realidad, estaba saturada de energía mágica. Las montañas Annulii resplandecían con luces policromas. Las damas daban a luz monstruos. Los gritos del Caos resonaban en los valles: Risas enloquecidas llenaban la ardiente noche.
Durante ese tiempo, Aenarion se dirigió a la corte de la Reina Eterna. Era una figura impresionante, un exahusto gigante en una armadura dorada. Allí conoció y se casó con la Reina Eterna Astarielle. Poco se sabe de su cortejo , pero se dice que durante un breve periodo de tiempo fueron felices. Sus primeros hijos fueron gemelos, una hija la futura Reina Eterna Yvraine; y un hijo, Morelion. Entonces las fuerzas del Caos regresaron una vez más, y los cuernos plateados convocaron una vez más a Aenarion a la batalla.
La guerra continuo a lo largo y ancho de Ulthuan. Al principio, los elfos y sus aliados draconianos llevaban ventaja. Sin embargo, lenta en inexorablemente, los seguidores del Caos recuperaron la iniciativa. Su número era inagotable. Por el portal Disforme emergían más y más demonios y engrendros corruptos. Más y más hombres fueron transformados por el poder mutante de las grandes nubes de la magia del Caos que surgía del polo. Más y más monstruos bajaban en enjambres de las brillantes montañas. Cada guerrero elfo que moría era irremplazable. Por cada seguidor del Caos que caía había dos más para ocupar su lugar.
La guerra se prolongó durante décadas. A veces, gracias a un esfuerzo heroíco, los elfos conseguían un respiro y limpiar sus tierras. A veces incluso emviaban expediciones a otros continentes para ayudar a los enanos y a los humanos. Pero era obvio que se estaba perdiendo la guerra. Toda victoria simplemente retrasaba la inevitable derrota, mientras que cada derrota aceleraba el proceso. Al final todos los elfos, incluido Aenarion estaban exahustos por la inacabable guerra. Las fuerzas del Caos luchaban sin mostrar debilidad o piedad. Eran implacables, irracionales y mortíferas.


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Mensaje  Aliennah Miér 8 Oct 2008 - 19:20

Entonces tuvieron lugar dos incidentes que tuvieron una gran repercusión a lo largo de las largas eras de la historia élfica, y que crearon las bases para los grandes dramas que seguirían.
Después de casi un siglo de investigaciones infructuosas, Caledor consiguió descubrir la causa de la invasión del Caos y trazón un plan desesperado para contenerla. Caledor averiguó que el antiguo portal de los Slann se había colapsado, enviando oleadas de energía mutágena a través de los restos de su ancestral sistema de portales. Era ese antiguo sistema de portales el que permitía a los seguidores de la oscuridad moverse tan rápidamente por todo el mundo. La cataclísmica liberación de sus energías corruptoras era la responsable de la abundancia de hombres bestia y monstruos.
Caledor discurrió un plan para reunir esas energías y devolverlas al Reino del Caos, para crear un vórtice cósmico que disiparía la magia del mundo y salvaría a sus habitantes del Caos. Era un plan desesperado, con pocas esperanzas de que funcionase, pero Caledor y muchos otros como él pensaban que una última y desesperada jugada sería preferible a la lenta muerte que el pueblo élfico estaba sufriendo.
Aenarion se opuso a ello, protestando ante el consejo con desesperación. Aunque su corazón sabía que la guerra era imposible de ganar, estaba decidido a retrasar el final tanto como pudiese. En el campamento del ejército, Aenarion y Caledor se encontraban en medio de la discusión cuando llegaron unas noticias fatales a Aenarion. Un ejército de hombres bestia y guerreros del Caos había penetrao en Averlon. La Reina Eterna estaba muerta y los cuerpos de sus hijos no habían sido hallados. Se suponía que estaban muertos o habían sido convertidos en juguetes de los oscuros. Dominado por la tristeza, Aenarion se retiró a su tienda. Cuando salió de ella a la mañana siguiente ya no era el mismo.
Ninguno de los que le miraron pudieron sostener su mirada. Estaba dominado por la rabia, la amargura y una furia titánica. Juró que mataría a todos los adoradores del Caos que encontrara sobre el mundo. Pocos de los que le oyeron dudaron de su determinación o su locura. Los poderes del Caos eran demasiado fuertes para intentar aniquilarlos completamente. Pero Aenarion no pensaba así. Anunció que partía hacia la Isla Marchita. Aquellos que le oyeron quedaron aterrorizados. Todos sabían que eso tan sólo podía significar una cosa: Aenarion iba a desenvainar la Esapada de Khaine, a sacar a la luz a la Erradicadora, a empuñar el arma más definitiva y más mortifera. Desde el principio de los tiempos había esperado, incrustada en el gran altar de Khaine en la Isla Marchita. Esta espada era antigua como el mundo y tan mortífera como el veneno, un fragmento del arma fatal forjada por el propio Vaul para el dios de la muerte Kahela Mensha Khaine, un fragmento de muerte cristalizada capaz de matar demonios y dioses por igual. Ningún mortal podía empuñarla y sobrevivir, pero Aenarion se encontraba más allá de la esperanza y de la desesperación. Vivía para matar.
Caledor sabía lo que iba a pasar en intentó advertir a Aenarion. Le dijo que quedaría maldito si desenvainaba el arma, ya que su poder era demasiado grande para un mortal, y sólo podía ser comprada al precio del alma inmortal de Aenarion.
Poseído unos instantes por el poder de la profecía, Caledor dijo unas palabras que resonarían para toda la eternidad. Le dijo a Aenarion que si buscaba ese poder corrupto, atraería eones de tragedias a los elfos, que él y su descendencia serían maldecidos hasta la última generación, que los dioses le darían la espalda y que el propio Aenarion moriría con toda seguridad. El primer Rey Fénix no respondió, simplemente montó en Indraugnir y voló hacia la siniestra noche.
Poco se sabe de la búsqueda de Aenarion de la isla Marchita. Lo que si es cierto es que consiguió llegar a ella ignorando todas las advertencias de mortales e inmortales. Mientras volaba se produjeron numerosos milagros. Los demonios intentaron desviarle de su camino. Los dioses élficos le susurraron advertencias en sus oídos. Se desató una gran tormenta mientras se aproximaba a la isla, como si los propios elementos intentasen desviarle de su camino.
Indraugnir era poderoso incluso para el estándar de los dragones, pero incluso el quedó exahusto cuando llevó a Aenarion a su destino. Aenarion caminó las últimas leguas sobre las desoladas llanuras. Se dice que el fantasma de su esposa fallecida le rogó que no siguiera adelante. Endurecido su corazón, Aenarion ignoró sus súplicas y arrancó la espada ensangrentada del altar, sellando su destino y el de su pueblo.
Aenarion volvió al combate y mató implacablemente a todo aquuel que se interpuso en su camino. El poder de la espada era tan grande que nada ni nadie podía hacerle frente. Llenó a sus enemigos de terror y a sus propias tropas de fé inamovible y de una insaciable ansia de sangre. Los seguidores de Aenarion se volvían cada vez más brutales, crueles y despiados, perdidos en un sueño de matanzas sin fin. Con cada victoria se volvía cada vez más indiferentes de su destino, luchando con un desprecio absoluto por sus vidas, poseídos por el deseo de derramar la sangre de sus enemigos. Todos los guerreos élficos se volvieron indiferentes al peligro, y el más indiferente de ellos era Aenarion. Antiguos anhelos profundamente enterrados en el alma de los elfos empezaron a despertarse. Una oscuridad de espíritu descendió sobre sus ejércitos. Algunos elfos luchaban por el placer de la lucha y otros mataban por el placer de matar. Aenarion creó un nuevo reino en el norte de Ulthuan, en la desolada tierra de Nagarythe, un lugar que reflejaba su tétrico estado de ánimo. Gran parte de los más brutales guerreros élficos se sintieron atraídos hacia esa tierra.
Para sorpresa de todos, Aenarion tomó a otra esposa, la extraña, misteriosa y hermosa vidente Morathi, a la cual había rescatado de una banda de adoradores de Slaanesh. De este matrimonio nació un niño, Malekith, que llegaría a convertirse en el más odiado por los elfos. La corte de Aenarion era un lugar salvaje, lleno de desesperada jovialidad y de febril regicijo. Se practicaban muchos deportes crueles, como la caza de prisioneros capturados. Abundaban siniestros rumores.
Otros sintiendo la creciente maldad en esa tierra, se retiraron. Caledor dirigió a sus jinetes de dragón hacia el sur. Estaba aterrado por el cambio sufrido por su amigo y podía ver la maldad de su alma luchando con la luz. Aenarion consideró la partida de los jinetes de dragón como una traición y juró que se vengaría de su príncipe. Antes de que pudiera llevar a cabo acción alguna, llegaron nuevas fuerzas del Caos a la tierra de los elfos.
La guerra alcanzó su última etapa, una lucha desigual de poderes entre los elfos y las inagotables legiones de los cuatro dioses del Caos. Tocado por Asuryan y marcado por Khaine, Aenarion era un guerrero invencible, hijo de la luz y de la oscuridad. Su espada le proporcionaba un poder más allá de lo concevible por los mortales; la llama eterna le confería la fuerza para utilizarlo. En combate, mataba a cientos de enemigos. Su leal montura Indraugnir era tan poderosa como cualquier demonio. Pero sólo había un Aenarion, y el número de sus seguidores era finito.
Caledor decidió que sólo podía hacerse una cosa. Hasta entonces había respetado la orden de su antiguo amigo prohibiéndole la creación del vórtice. Pero ahora no había nada que perder. Convocó a los magos altos elfos más poderosos y se reunieron en la isla de los Muertos para empezar el gran ritual. De alguna manera, los esbirros del Caos se enteraron del ritual y decidieron impedirlo. Todas las fuerzas del Caos se dirigieron hacia la isla, y los más poderosos brujos del ejército del Caos empezaron a destruir los muros de hechizos que rodeaban la isla.
Aenarion no tenía otra elección. Reunió a sus tropas y se dirigió a defender la isla de los Muertos. Los dos ejércitos se enfrentaron en el centro de Ulthuan. Los dragones eran tan numerosos que sus alas oscurecían el cielo, lanzádose sobre las huestes del Caos. Los elfos y los esbirros de la oscuridad se enfrentaron tanto en el mar como en tiera. El mar hervía con la agonía de los monstruos. Los dragones se estrellaban contra el suelo muertos por hechizos fatales. Mientras empezaba la creación del vórtice, los mares se embravecieron y comenzó a soplar un terrible viento del norte.
En el centro del campo de batalla, Aenarion se enfrentaba a cuatro grandes demonios: Un Señor de la Transformación, una Gran Inmundicia, un Guardián de Secretos y un Devorador de Almas. Aenarion les cerraba el paso hacia la isla. La sangre manaba de su espada, humeando cuando tocaba la chamuscada tierra. Su bruñida armadura brillaba a la luz del sol que empezaba a ocultarse. Las llamas surgían de los agujeros de la nariz de su orgulloso y antiguo dragón. Durante un largo instante, los combatientes se miraron entre si; sus miradas ardían con un odio inimaginable. Los demonios hablaron, llamando hermano a Aenarion. Entonces, con un rugido, los combatientes se lanzaron al ataque.
Aenarion golpeó frenéticamente con la Espada de Khaine. Abrió un gran corte entre ambos ojos del Guardián de Secretos. Indraugnir exaló una nube de rugientes llamas a los demonios. Estos gritaron y balbucearon mientras mientras el aire ardiente los rodeaba. El Señor de la transformación le lanzó un rayo de energía mágica. Aenarion desvió su increible energía con el escudo, pero la fuerza del ataque lo derribó de su montura. Se levantó y golpeo brutalmente al demonio hasta partir su cabeza en dos y serarle el brazo del cuerpo.
El devorador de almas se abalanzó sobre Indraugnir y lentamente fue derrotando al dragón. La Gran Inmundicia vomito un torrente de corrupción. El fétido líquido cubrió a Aenarion. Su cabeza dio vueltas y se sintió mareado, prácticamente incapaz de mantenerse en pie entre los asquerosos vapores que le envolvían.
Los hechiceros altos elfos entonaron el hechizo que crearía el vórtice. Los rayos rasgaron el cielo. El mundo se estremeció. Durante un instante hubo una calma total; todo estaba en silencio. Entonces las montañas temblaron. Terribles energías vibraron entre la tierra y el cielo. Desde las cimas de las montañas terribles rayos de energía pura convergieron sobre la isla de los Muertos. Las nubes se arremolinaron y se precipitaron hacia su interior, descanecéndose como olas en un torbellino. El aire se fue espesando y se coaguló con la energía mágica. La tierra se partió y grandes cantidades de rocas inmensas se elevaron hacia el cielo por la creciente marea de magia.
Sobre una de esas islas flotantes, Aenarion seguía luchando. El Guardían de Secretos atrapó el cuerpo de Aenarion por detrás con una de sus gigantescas garras. Su terrible abrazo no podía atravesar la armadura de Aenarion, pero la presión era más de lo que podía soportar un mortal. El simple dolor habría matado a una criatura normal, pero Aenarion había atravesado el fuego de Asuryan, y la agonía no podía detenerle. Empuñando su espada al revés, la hundió en el pecho del demonio. Con un aullido terrible, el demonio se fue apagando y se desvaneció.
En la mano de Aenarion la Espada de Khaine goteaba sangre ardiente, y la espada demoniaca cobró vida propia. Susurró terribles amenazas y promesas en su mente. Habiendo bebido el alma del demonio, la espada confirió renovadas energías a Aenarion. El Rey Fénix se tambaleó hacia el enorme cuerpo de la Gran Inmundicia. Esta le permitío acercarse mientras reía con una malicia sobrenatural.
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Mensaje  Aliennah Miér 8 Oct 2008 - 19:21

En la Isla de la Muerte, los hechiceros elfos fueron muriendo uno a uno. Los menos poderosos primero, con sus cerebros quemados y su carne separada de sus huesos por la corrosiva energía que habían desatado. Aún continuaban entonando el hechizo, sabiéndo que si se detenían, éste, se descontrolaría y todo su efecto no serviría para nada.
Aenarion golpeó con su espada al estómago del demonio de Nurgle, abriendo de un tajo la carnosa cavidad y desparramando una infinita marea de porquería. Una oleada de corrupción, pus, bilis y serpenteantes gusanos blancos amenazaban con llenar los pulmones de Aenarion. Las entrañas del demonio se extendían a su alrededor como tentáculos de un pulpo gigantesco.
Lentamente, Aenarion era arrastrado hacia el interior de las entrañas del demonio. Aunque sus golpes de espada cortaban las visceras que le apresaban , más tentáculos le sujetaban y le arrastraban hacia la repugnante cavidad. Gritó a Indraugnir para que le ayudase. El viejo dragón giró la cabeza y exaló un chorro de ardientes llamas hacia el demonio, quemando su carne. Protegido por su armadura de la tormenta de fuego, Aenarion salió ileso. El Devorador de almas aprovecho la distracción de Indraugnir para inflingirle una herida mortal. Sus poderosas garras rasgaron la piel escamosa del dragón. Indraugnir rugió y golpeó al Devorador de Almas con renovada furia, invirtiendo sus últimas fuerzas para mantener ocupado al demonio del dios de la sangre.
Practicamente incapaz de mantenerse en pie, Aenarion se lanzó al ataque. El Devorador de Almas le atacó y le asestó un golpe terrible, rompiéndole los huesos de su brazo izquierdo de tal modo que su escudo quedó colgando, inútil, a su costado. Otro golpe le fracturó el cráneo y casi le dejó inconsciente. El Rey Fénix se negó a caer. Hizo acopio de todas sus fuerzas y trazó una curva mortal con la Espada de Khaine. El golpe podía haber cortado en dos una montaña. Partió en dos al demonio.
En la Isla de los Muertos, los últimos magos supèrvivientes completaron el hechizo. Durante un instante, todo quedó en silencio. Aenarion, mortalmente herido, trepó a la silla de su moribundo dragón y emprendió su último vuelo.
Azotado por los vientos Indraugnir llevó al agonizante Rey Feñix muy por encima del campo de batalla. Mirando hacia abajo pudo contemplar el último y espantoso acto del día. Con un terrible destello que cegó a los observadores, la isla desapareció en medio de una gran tormenta de energía mágica.
El ritual había conseguido un éxito parcial. Se había creado un vórtice. El flujo de la magia disminuyó y los demonios quedaron de repente desamparados y agonizantes, como peces fuera del agua. Pero el precio había sido terrible. Los hechiceros elfos que habían tenido éxito abriendo el vórtice, quedaron atrapados en su interior, manteniéndolo eternamente abierto, eternamente atrapados en los úlitmos instantes de su batalla contra el caos.
Después de la calma llegó la tempestad. Gigantescas olas recorrieron la superficie de las aguas del mar interior, grandes muros de agua hundieron barcos y arrastraron árboles arrancados a costas distantes. Los que pudieron huir lo hicieron. Los que no, perecieron allí mismo. Parecía como si toda la energía mágica del mundo hubiese quedado atrapada en el centro de la tormenta que se prolongó durante tres días.
Indraugnir llevó al moribundo Aenarion hasta la Isla Marchita. La marea mágica en retroceso había disminuido su poder. El toque de Asuryan en su frente ya no era tan fuerte y la espada de Khaine ya no le proporcionaba una fuerza casi ilimitada. Los grandes días de la Alta Magia habían acabado. Mientras la energía se retiraba, lo mismo hizo la locura de la torturada mente de Aenarion. El primer Rey Fénix había tenido tiempo para pensar en los insultos de los demonios. Su conciencia luchaba aún contra las promesas susurradas por la espada casi viva. Entendió que quien la encontrase podría reinar sobre el nuevo mundo.
Las fuerzas le fallaron a Indraugnir justo al llegar a la Isla Marchita. Mientras aterrizaba en la Llanura de los Huesos, el viejo dragón se irguió, lanzó un último rugido de desafió y cayo muerto. Con sus últimas fuerzas Aenarion se arrastró hasta el altar y envainó la espada en su lugar de reposo, clavándola tan profundamente que nadie pudiera volverla a empuñar. Se dice que entonces Aenarion se derrumbó junto a su montura y abandonó por fin esa era del mundo.


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Mensaje  Aliennah Miér 8 Oct 2008 - 19:23

Bel-Shanaar el Explorador (del -4220 al -2750 en el calendario imperial)

Después de la desaparición de Aenarion, las tierras de Ulthuan quedaron sumidas en la confusión. La Reina Eterna estaba muerta, el Rey Fénix había desaparecido, y el príncipe Caledor estaba atrapado para toda la eternidad en la Isla de los Muertos junto con los más grandes de los altos magos. Con la pérdida de sus líderes, los ejércitos del Caos se retiraron, y los elfos les dieron caza y los destruyeron. La tierra estaba en paz, pero la era dorada había desaparecido para siempre. La llegada del Caos había enseñado a los elfos unas duras lecciones. Juraron que nunca más se dejarían sorprender por ningún otro enemigo.

La tierra estaba destruida, pero en Ulthuan existían munchos reinos poderosos. Surgieron nuevas ciudades junto a las viejas fortalezas. La mayor parte de las grandes ciudades élficas se construyeron en este periodo, y en parte eso explica que se encuentren tan alejadas entre si. Los príncipes de todos los reinos decidieron que necesitaban a alguien para unirles y dirigirles en caso de que tuvieran alguna otra guerra. Se convocó el Primer Concilio en el templo de Asuryan, al cumplirse un año de la desaparición de Aenarion.

Allí se descubrió que los hijos de Aenarion habían sobrevivido. Presintiendo el desastre, su madre los había enviado a un escondite en el Valle del Gaen. Perdidos, habían sido rescatados de un ataque del Caos por el hombre árbol Corazón de Roble y su pueblo. El hombre árbol los había mantenido ocultos en lo más profundo del bosque mientras duraba la guerra. Yvraine estaba preparada para ser coronada como nueva Reina Eterna. Astarielle viviría en su espíritu.

La elección obvia para el nuevo Rey Fénix era Malekith, el hijo de Aenarion y de Morathi. Había crecido hasta convertirse en un poderoso guerrero, un gran hechicero y un excelente general. Era un experto y persuasivo orador, con un talento natural para la diplomacia y el liderazgo. Pero aún quedaban algunos que se acordaban delos crueles días de la corte de Aenarion en Nagarythe, y dudaban que cualquier niño que hubiese crecido en ese ambiente pudiese estar completamente cuerdo.

También estaban los que se acordaban de las palabras de Caledor sobre la maldición en la descendencia de Aenarion, y creyeron que era necesario recordarselo a todos. Y había otros que deseaban el matrimonio entre los dos tronos para simbolizar la renovación de los reyes élficos y la unión entre los antiguos gobernantes y los nuevos. Se destacó que Malekith apenas era útil para esto.

Siempre con amables palabras, Malekith dijo que no deseaba el título de rey para el mismo sino para honrar la memoria de su padre. Sin embargo, si los príncipes no se lo pedían, no le importaría lo más mínimo. El respetaría voluntariamente a aquel que resultase elegido. Los príncipes pensaron en las bellas palabras que había pronunciado y le tomaron la palabra. De entre ellos eligieron a Bel Shanaar, Príncipe de Tiranoc, un elfo que se había distinguido en el combate y que ya entonces se reconocía como una voz de paz y razón. Morathi protesto por no haber sido elegido su hijo, pero este la tranquilizó y se mostro deacuerdo con que era una buena elección. Fue el primero que dobló su rodilla ante el futuro Rey Fénix.

Los astrólogos y geomantes estudiaron los presagios para adivinar cuándo sería el mejor momento para que el nuevo rey iniciara el reinado, y calcularon el mejor momento para que cruzase la llama. En el día de su coronación, los sacerdotes de Asuryan entonaron los hechizos de protección que permitirían a Bel-Shanaar atravesar ileso el fuego sagrado. La Guardia del Fénix, los supervivientes de aquellos guerreros que habían sido testigos de la ascensión de Aenarion, esperaron mas allá de las llamas para imponerle la recién tejida capa emplumada de la realeza sobre sus hombros. La voz de Malekith fue la primera que se elevó para aclamarle.
Así empezaron los grandes días de la exploración y la reconstrucción. Durante los primeros siglos del largo reinado de Bel-Shanaar, los elfos permanecieron ocupados reconstruyendo su tierra y explorando el mundo circundante. Los buques élficos cruzaron los océanos y se establecieron colonias en Lustria, en el Nuevo Mundo y en el Viejo Mundo. Se estableció contacto con los enanos y comenzó un periodo de paz y amistad.
La gente empezó a recuperarse de los horrores de la larga guerra contra el Caos y la población fue creciendo. Bel-Shanaar, marinero de sorprendente habilidad, visitó el mismo las nuevas colonias e incluso se aventuró a visitar Karaz-a-Karak en las Montañas del Fin del Mundo para realizar el juramento de amistad con los reyes enanos. Malekith se convirtió en su embajador personal en este territorio. Fue así como se plantó la semilla de la tragedia.

En esta época los elfos se extendieron y se multiplicaron. Las riquezas fluían hacia Ulthuan, que disfrutó de una gran prosperidad. Las ciudades fueron bellamente adornadas con todas las maravillas del mundo. Pero aunque la gente no se dio cuenta, lenta e insidiosamente, el Caos regresó. Regresó de una forma contra la que no había defensa posible. Ningún ejército podría heberle expulsado de sus fronteras, ningún arma podría haberse empuñado contra él. El Caos regresó en forma del culto a Slaanesh. Con la llegada de las nuevas riquezas, los elfos se hicieron cada vez más indolentes y más amantes de llevar una vida sofisticada. Durante un largo tiempo, el culto del Placer fue respetable y nadie lo relacionó con una secreta adoración al Caos.

Mientras tanto, Malekith había efectuado numerosos viajes y había conseguido un gran renombre. En las colonias dirigió victoriosos ejércitos
contra los orcos y los restos de los ejércitos del Caos. Se aventuró a ir hasta la Isla Marchita en busca de la armadura de su padre. Se dice que permaneció como extasiado ante el altar de Khaine y que incluso colocó su mano en la empuñadura de la gigantesca arma. A él le pareció un cetro no una espada y puede que creyera que esto era un presagio. De su padre y de Indraugnir no encontró ni rastro. Su expedición le llevo a las antiguas colonias del norte del Nuevo Mundo. Allí entre los escombros de una ciudad prehumana abandonada, encontró la Corona de Hierro, un talismán de increible poder mágico.

A su regreso encontró la isla sumida en un mar de sospechas. El Culto del Placer era muy fuerte en Nagarythe, su patria y el lugar que albergó la corte de su padre. Su madre, la dama Morathi, hacía mucho tiempo que era una devota del culto. De hecho, las leyendas afirman que era uno de los miembros fundadores y que era su gran sacerdotisa. El Rey Fénix empezaba a preocuparse por el Culto del Placer. Sus excesos ya habían degenerado en sacrificios de seres vivos, y su naturaleza caótica empezaba a ser evidente. El siniestro nombre de Slaanesh se asociaba cada vez más con el culto.

Aparentemente, Malekith quedó horrorizado por lo que encontró en Nagarythe. Denunció a toda la secta de adoradores de Slaanesh, incluída su madre, y los entregó al Rey Fénix. Esta fue la gota que colmó el baso para la gente de Nagarythe. Se sintieron el pueblo más despreciado de Ulthuan. Habían sufrido lo peor de la batalla en la guerra contra el Caos, y a pesar de ello eran ultrajados por sus amigos. Los príncipes se habían opuesto a elegir a su príncipe como Rey Fénix aunque era obviamente el que tenía más derechoa suceder a Aenarion. Ahora el Culto del Placer empezaba a ser perseguido por los enviados del distante Rey Fénix. El reino se volvió cada vez más rebelde y menos cooperativo con el Trono del Fénix y se convirtió en el refugio de los perseguidos seguidores del Culto del Placer. Se empezó a discutir si el Rey debía hacer cumplir su edicto contra el Culto utilizando el ejército. Ulthuan se tambaleaba al borde de la guerra civil.
Una vez más, Malekith apareció en escena. Su lealtad al rey y su odio al culto eran indiscutibles. Se dedicó personalmente a luchar contra el Culto. Un sudario de terror descendió una vez más sobre Ulthuan. Nadie sabía si su vecino era miembro de la secta proscrita. Los enviados del Rey Fénix podía aparecer en cualquier momento y llevarse a rastras a la gente más respetable. Parecía que los sirvientes de Slaanesh se encontraban por todas partes. El propio Malekith hizo hincapíe en que no se podía saber cuan alta había llegado la corrupción. Mientras tanto, en Nagarythe, la adoración al Culto del Placer se volvió más y más corrupta, frenética y perversa. Pocas eran las cosas que el Rey Fénix podía hacer, excepto declarar la guerra a uno de sus propios reinos.

Reunió a sus generales y convocó el Concilio de Guerra en el templo de Asuryan. En la víspera del Concilio se descubrió el peor de los horrores. Malekith afirmaba que el propio Rey Fénix era un adorador secreto de Slaanesh. Antes de pasar por la vergüenza del interrogatorio, el Rey Fénix prefirio envenenarse. Malekith actuó rápidamente para restaurar el orden.
Esta vez Malekith había ido demasiado lejos. Nadie podía creer sinceramente que el Rey hubiese sido un adorador secreto del Culto, en especial los príncipes reunidos que habían conocido a Bel-Shaanar tan bien y durante tanto tiempo. Al final la sospecha recayó sobre Malekith, pero ya era demasiado tarde. Malekith y sus seguidores ya habían ocupado el templo de Asuryan, y Malekith tenía en su poder la corona que había quitado al muerto Rey Fénix. Entonces se descubrió toda la verdad sobre él. Malekith estaba loco. Ambicionaca el trono y lo había hecho durante demasiado tiempo. Estaba dispuesto a sacrificarlo todo y a todos para conseguir su anhelada ambición. Ahora su objetivo estaba ya al alcance de sus manos. Los príncipes y sus guardias personales estaban atrapados entre sus garras. Tenía un pacto secreto con sus compatriotas de Nagarythe. Un ejército de adoradores de Slaanesh estaba preparado para imponer su voluntad sobre el resto de elfos, ahora sin gobierno.

Creyendo que todo lo que tenía que hacer era autocoronarse y matar a los príncipes, Malekith se dirigió hacia el fuego sagrado, seguro de sí mismo ya que si su padre había aguantado el sacrificio, él también podría hacerlo. Estaba equivocado. La Llama de Asuryan no podía tolerar que un cuerpo corrupto la atravesara sin sufrir daño alguno. Sus gritos fueron tan
terribles que nadie de entre los que llegaron a oirlos pudo olvidarlos hasta el día de su muerte. Malekith quedó atrapado entre las llamas y su cuerpo quedó terriblemente quemado y desfigurado. Incapaz de cruzar las llamas, consigió regresar a la plataforma desde la que había entrado. Su cuerpo estaba chamuscado y ennegrecido. Si antes había sido bello ahora era horrible; si antes había sido fuerte, ahora estaba lisiado. Si antes tenía una bella voz, ahora su voz era horrible, escupida por unos pulmones destrozados y una garganta deshecha. Creyendo que su líder se encontraba a las puertas de la muerte y que la venganza de Asuryan caería sobre ellos, sus desmoralizados seguidores recogieron su cuerpo y huyeron del Templo, dejando a la flor y nata de la nobleza élfica muerta en su interior. Estaba a punto de iniciarse una era de tragedias y guerras.
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Mensaje  Aliennah Miér 8 Oct 2008 - 19:24

Caledor el Conquistador (del -2749 al -2199 en el calendario imperial)

Una vez más, los reinos élficos se hundieron en el caos. Malekith y sus seguidores huyeron hacia el norte a Nagarythe. Sin un soberano, los elfos no les persiguieron. Se mantuvieron frenéticas discusiones entre los pocos príncipes supervivientes, el Sumo Sacerdote del Templo de Asuryan y el Capitán de la Guardia del Fénix. Se llegó a la conclusión de que sólo existía un elfo capaz de llevar a cabo la tarea. El tercer Rey Fénix sería Imrik, que después de acceder al trono tomó el nombre de Caledor I. Era el nieto del famoso mago de ese nombre y hermano del asesinado príncipe del reino de Caledor.

Aunque no tenía el don de la magia de su abuelo, Caledor era un gran general y un formidable guerrero. Cuando tuvieron lugar los asesinatos en el templo de Asuryan, se encontraba cazando en Cracia con su viejo amigo Koradrel de Cracia. Caledor era famoso por su brusquedad y sequedad. Cuando el mensajero llegó a su campamento llevádole las noticias sobre su elección para ocupar el trono, todo lo que Imrik dijo fue: "¿por qué?", y después de que le hubieron explicado todo sobre los asesinatos, dijo: "Mal, muy mal", lo cual era una frase demasiado larga para él. El mensajero le preguntó que iba a pasar y él le contesto sencillamente: "Guerra".
Y guerra fue lo que exactamente hubo. Fue depués de este momento cuando tuvo lugar uno de los hechos más importantes en la historia de los elfos. Malekith envió un grupo de asesinos para matar al nuevo Rey Fénix. Los asesinos llegaron poco después que el mensajero y atacaron a Caledor por sorpresa. Había docenas de ellos y habrían acabado con él si no fuese porque un grupo de cazadores de Cracia vieron lo que ocurría y decidieron intervenir. Esos poderosos elfos de las montañas saltaron entre los asesinos de Naggaroth y acabaron con ellos con sus grandes hachas, salvando la vida de Caledor.

Después de eso, cuando le dijeron que sería mejor que aguardase la llegada de sus guardias personales, Caledor contestó diciendo que no podía pensar en unos guardias mejores que esos cazadores, y les pidió que le acompañaran en su viaje hacia el templo. Los cazadores aceptaron, y de ese modo se fundaron los famosos Leones Blancos de Cracia, así llamados porque iban ataviados con pieles de león blanco.
Rápidamente Caledor embarcó hacia el templo. Con toda la ceremonia necesaria, caminó a través de la llama sagrada y fue aceptado como puro por Asuryan. No tenía tiempo para efectuar la boda ritual con la Reina Eterna, ya que las legiones de Nagarythe se dirigían hacia el sur desde su siniestro reino, y portanto el estandarte de Malekith en vanguardia... Caledor hizo su propio estandarte y llamó a todos los verdaderos elfos para que se unieran a él en la defensa del reino.

La guerra civil causó estragos en todo Ulthuan. Fue un periodo de gran confusión y rumores opuestos. Los hermanos luchaban entre ellos. En los lejanos reinos y colonias nadie sabía quien era el verdadero rey. Algunos hablaban a favor de Caledor, otros a favor de Malekith. Los devotos del culto a Slaanesh sembraban la confusión por doquier.

Los dos bandos estaban muy igualados . Los elfos de Nagarythe eran muy numerosos y muy versados en la hechicería, descendientes de aquellos siniestros elfos que habían seguido a Aenarion después de que este empuñara la Espada de Khaine. No había unos guerreros más feroces entre los elfos. Los numerosos monstruos de las aún saturadas de magia montañas de Nagarythe fueron capturados y domados por los habitantes de Nagarythe. Su montañosa patria con sus valles fortificados, era una base casi inexpugnable desde donde efectuar sus incursiones. Al principio estaban tan organizados y disciplinados como confundidos se encontraban sus enemigos . Sin embargo, el nuevo Rey Fénix pudo disponer de los poderosos Príncipes Dragoneros de Caledor y de las legiones de la Guardia del Fénix.

Muchas comunidades de Tiranoc y Ellyrion cayeron en manos de Malekith ayudados por traidores del interior de las ciudades. En Saphery, que entonces ya era un reino famoso por sus hechiceros, los Príncipes Hechiceros lucharon entre ellos, ya que en esa tierra había muchos que habían llevado sus investigaciones demasido lejos, y en cuyas almas había penetrado la oscuridad. Poco a poco, mientras los seguidores del Rey Fénix iban ganando la contienda, esos poderosos magos huyeron hacia Nagarythe y ofrecieron su ayuda a Malekith.

El propio Malekith recuperó su fuerza y llamó a sus constructores de armaduras. Con la ayuda de hechiceros de Saphery y de Hotek, un sacerdote de Vaul renegado, forjó una fantástica armadura negra que le proporcionaría fuerza a su cuerpo ajado y quemado. En el entrecejo de su gran yelmo astado soldó la Corona de Hierro. En el día de su creación , mandó a sus herreros que fundiesen la armadura directamente sobre su cuerpo. Después de pasar por las llamas de Asuryan ni siquiera el calor infernal de sus forjas podía herirle.

Después de ese día, aquel que observaba la figura de Malekith temblaba, ya que era la encarnación del terror. Su armadura estaba cubierta de viles y malignas runas que obtenían su poder directamente del reino del Caos y que herían y confundían los ojos de cualquiera que la mirase. En su escudo se hallaba la runa de Slaanesh, del cual se declaraba descendiente por línea materna. En su espalda se hallaba la runa de Khaine, en referencia al arma empuñada por su poderoso padre Aenarion. Montado en una montura infernal, un dragón mutado por la energía del Caos, estaba preparado para conducir a sus ejércitos a la guerra. Desde entonces, a Malekith se le conoce como el Rey Brujo.

Fue cruel y muchas fueron sus victorias, pero no le sirvieron de nada. La verdad de lo ocurrido salió a la superficie, y lenta pero inexorablemente los elfos se pusieron de parte de Caledor. Una y otra vez, el nuevo
Rey Fénix demostró su habilidad como general. Preparó trampas y tendió emboscadas a las tropas del Rey Brujo. Las destruyó en batallas campales. Los leones Blancos le salvaron de muchos intentos de asesinato y su guardia personal de hechiceros de Saphery rechazaron todos los mortíferos hechizo lanzados contra él.

Finalmete, en el campo de Maledor, en la entrada de los pasos de Nagarythe, Caledor se enfrentó en combate al propio Rey Brujo y derrotó al más poderoso de sus ejércitos, obligándole a retirarse hacia los pantanos de Maledor. El propio Malekith tuvo que huir en un gran carruaje negro tirado por gélidos. Su dragón había sufrido una herida mortal cuando él y Caledor se enfrentaron en el campo de batalla.

Después de esto, los habitantes de Nagarythe se volvieron más y más desesperados, confiando cada vez más en los hechizos más malignos para su defensa. Invocaron a demonios y se aliaron con el Caos, y así todos pudieron ver claramente su maldad.

De este modo la raza élfica se dividió en dos partes muy diferentes, los seguidores del Rey Brujo, que comenzaron a ser conocidos como los Elfos oscuros y los Altos elfos, aquellos que se mantuvieron fieles al Trono del fénix. Pero ni con todas las artes negras podían esperar vencer ahora que todas las fuerzas de Ulthuan se les oponían.

El Rey Brujo decidió llevar a cabo un plan desesperado. Reunió a todos los magos renegados y les reveló un plan tan insensato como audaz. Iban a deshacer los hechizos que originaban el vórtice para permitir al Caos regresar al mundo. Las legiones de demonios se pondrían en marcha una vez más para ayudar a sus nuevos aliados. El Rey Brujo y sus seguidores obtendrían el poder del Caos y se convertirían en semidioses. Tan locos se habían vuelto la mayoría de los Elfos Oscuros que rápidamente accedieron. Sin embargo, uno de ellos, Urathion de Ullar, vio la realidad de la locura que podía acabar con el mundo. En medio de la noche se escabulló del palacio del Rey Brujo y fué a avisar al Rey Fénix. Poco después le mató un virote envenenado disparado por un asesino elfo oscuro.

Así empezó la última y mortífera batalla. El Rey Bruo y sus consejeros habían iniciado un ritual terrible que destruiría el vórtice. Los magos altos elfos intenteron detenerles, pero el poder del Rey Brujo era tan grande que lenta e inexorablemente fue ganando la pugna. Las montañas temblaron y la tierra se estremeció. Una vez más, una luz sobrenatural surgió de entre las montañas y nubes de energía mágica surgieron hasta el cielo de los picos en erupción. En el lejano norte del mundo, el Reino del Caos se desperezó y se dispuso a avanzar una vez más. En el campamento del Rey Fénix, Caledor rezó a todos los dioses y a su abuelo para que le ayudaran.
Al anochecer, mientras el cielo resplandecía con extrañas luces multicolores, el Rey Brujo y sus seguidores empezaron la última fase. Los demonios del Caos acudieron en su ayuda, y cayeron los últimos hechizos de los defensores. En el cielo resonó la triunfante risa de los dioses del mal. Entonces, cuando la magia del Rey Brujo tocaba ya la Isla de los Muertos, en el centro mismo del vórtice, nuevos actores entraron en escena. Poderosas siluetas envueltas en luz enviaron la maligna ola de energía mística de regreso a Nagarythe. Los magos atrapados en la Isla de los Muertos no habían permitido que su obra fuese destruida.
El gigantesco poder de las energías desatadas asoló Nagarythe. La mayoría de los ayudantes del Rey Brujo murieron. La tierra se estremeció y se encabritó como un caballo aterrorizado, y una tormenta de magia concentrada recorrió la isla. Nada podía detener esas terribles energías. La propia tierra se quebraba bajo esas fuerzas titánicas, y por todo el continente los terremotos derribaron las ciudades y nivelaron las montañas.
Un muro de agua de trescientos metros de altura cayó sobre Nagarythe. El mar inundó toda Nagarythe y la mayor parte de las costas de Tiranoc. Decenas de miles murieron ahogados bajo las aguas, enterrados por los terremotos o alcanzados por rayos mágicos. La conmoción del hundimiento se sintió en lugares tan lejanos como las Montañas del Fin del Mundo y así se escribió en las crónicas de los Reyes Enanos.

El poder del Rey Brujo disminuyó, pero no desapareció. En las últimas horas, mientras los mares se precipitaban para devorar la tierra, los hechiceros más poderosos de Nagarythe lanzaron hechizos siniestros y terribles sobre sus fortalezas. Mientras, las olas inundaron las colinas al pie de las montañas, los palacios de los hechiceros se separaron del continente y flotaron libres sobre la superficie de las aguas. Grandes como islotes, fueron arrastrados hacia el norte llevándose a los restos de los seguidores del Rey Brujo. De esa forma se crearon las infames Arcas Negras de Naggaroth.

El cataclismo destruyó una gran parte de lo que se había construido durante el largo reinado de Bel-Shanaar, y dejó a los elfos temporalmente demasiado débiles como para perseguir a sus malignos parientes. Las Arcas Negras arribaron al desolado norte del Nuevo Mundo, cerca de donde Malekith había encontrado la Corona de Hierro. Sus torres se convirtieron en el núcleo de nuevas ciudades. Unas pocas Arcas Negras siguieron patruyando por los tormentosos mares del Norte. Allí capturaron a las bestias marinas expulsadas del fondo del océano por las tierras que se hundían, obligándolas a servir a sus malvados señores. Los Elfos Oscuros llamaron a estas tierras Naggaroth, en recuerdo de su antigua patria.
Al cabo de un siglo, empezó un largo periodo de guerra naval e incursiones en el norte de Ulthuan. Los elfos oscuros intentaban reclamar lo que quedaba de sus antiguas posesiones y los Altos elfos intentaban evitarlo. Ningún bando tenía fuerzas suficientes para conseguir la victoria y la Isla Marchita, dónde aún descansaba la Espada de Khaine, cambió de manos en numerosas ocasiones. Durante ese periodo Caledor supervisó la construcción de las Puertas del Grifo, la Puerta del Fénix, la Puerta del Aguila, la Puerta del Dragón y la Puerta del Unicornio. Dirigió personalmente la última expedición a la Isla Marchita y la reconquisto para su pueblo. Se dice que se situó frente al altar y que por un instante el Arma le llamó. Estuvo pensativo durante unos momentos con la cabeza inclinada y al final simplemente dijo “no”.

En el viaje de regreso, el buque de Caledor se separó del resto de la flota de los Altos elfos a causa de una caprichosa tormenta. Fue atacado por buques de los Elfos oscuros, que incendiaron el barco. Antes de caer en manos de los sirvientes del Rey Brujo, Caledor saltó al mar ataviado con toda su armadura. Así murió Caledor el Conquistador. Fue un triste final para un gran rey.
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Mensaje  Aliennah Miér 8 Oct 2008 - 19:25

Bel-Korhadris el Rey sabio (del -690 al 498 en el calendario imperial)

Con su pueblo exahusto por las guerras, los elfos del sexto consejo eligieron a Bel-Korhadris de Saphery para ser el nuevo Rey Fénix. Era un príncipe hechicero y un famoso sabio. Aunque no descuidó la defensa del reino, no era dado a la lucha, creyendo que la magia podía defender a Ulthuan por si sola.

De esta formas empezó la gran época de la erudición élfica. Durante su reinado se construyó la Torre Blanca de Hoeth en un lugar auspiciado por los geomant4es. Durante mil años los elfos levantaron esta inmensa estructura que casi tocaba el cielo. Sólo el poder de la magia permitió a los elfos construir una torre tan inmensa. Los artesanos trabajaron casi un milenio en las intrincadas inscripciones. Los sabios recogieron la sabiduría y el conocimiento de todos los rincones del mundo. Los magos escribieron pergaminos con los hechizos más poderosos para que fuesen preservados en sus bibliotecas. La torre fue protegida por un círculo de hechizos de ilusión y de defensa para proteger sus valiosos conocimientos.

El Rey Sabio fundó la orden de los Señores del Saber de Hoeth. Cada área del conocimiento , del arte de la guerra a la brujería o la alquimía y la astronomía se estudió allí. Fue durante esa época en la que los Maestros de la Espada de Hoeth se reunieron para estudiar el arte de la espada y para proteger la torre. De entre estos estudiosos soldados surgió la orden de los maestros guerreros errantes, que recogen información por todos los continentes y llevan a cabo las misiones del Gran Señor del Conocimiento.

Muchos y famosos sabios y hechiceros se reunieron en Hoeth. Este gran intercambio de conocimiento nunca a vuelto a tener lugar desde entonces. En las sombras de la ahusada aguja miles de los filósofos más sabios debatieron sobre el conocimiento. En la gran biblioteca un grupo de señores del Saber empezó a escribir el libro de de los días, la gran historia del pueblo elfo, sobre el cual estarían basadas todas las historias futuras.

Este periodo también fue memorable por ser una época de paz prácticamente ininterrumpida. Los elfos oscuros habían quedado tan debilitados por la matanza de Tethlis que temían molestar al reino. Bel Korhadris reinó sabiamente y era amado por todos. Los elfos recuerdan esta época como el principio de una segunda edad dorada.
Bel Korhadris murió poco después de que se completase la torre blanca, y fue enterrado en sus cimientos. Se dice que su fantasma aún mora en las criptas del interior de la torre y en ocasiones ayuda a los sabios en sus investigaciones.
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Mensaje  Aliennah Miér 8 Oct 2008 - 19:26

Aethis el Poeta (del 498 al 1120 en el calendario imperial)

Aethis de Saphery fue elegido para suceder a Bel-Korhadris. Fue el primer Rey Fénix que no heredó un reino inestable o que accedió al trono al final de una guerra. Durante su reinado prosiguió una paz duradera. Los elfos oscuros descansaban tranquilamente en Naggaroth. Sus incursiones cesaron. Muchos creían que se tratyaba de una raza en vías de extinción, apagándose poco a poco. Abundaban los rumores acerca de la posible muerte del Rey Brujo. Los enanos estaban contentos de que les dejaran en paz. Durante los primeros siglos del reinado de Aethis, llegó a Ulthuan la noticia de la fundación de un nuevo imperio humano, pero al parecer los elfos no tenían nada que temer.
Aethis era un notable trovador y poeta. Reunió a todos los grandes artistas de Ulthuan en su corte de Saphery. Poetas, dramaturgos, pintores, escultores, escritores y bailarines, todos encontraron su lugar en su inmenso palacio de jade esculpido. Este fue el periodo más importante de la cultura élfica, durante el cual se crearon la mayor parte de las obras de arte. Durante este periodo se crearon las obras de teatro de Tazelle y los retratos animados de Torion Corazón de Fuego. Un ejército de escultores y artesanos embellecieron las montañas de Cracia: por encima de la puerta del Grifo, un gigantesco grifo de 150 metros de alto parecía saltar desde la montaña. Era tan perfecto el trabajo de los escultores que se contaba la historia de que tomaría vida para defender el paso si aparecía algún invasor.
Se gastaron grandes fortunas en proyectos tan grandioisos como esos. La ciudad de Lothern se transfrmó de un pequeño pueblo de pescadores a una gran ciudad para absorber el aumento del comercio con las colonias y otros reinos. Se establecieron contactos con el viejo imperio humano de Catai. A la corte del emperador de Catai llegaron representantes del Rey Fénix. La seda, las especias y el jade se convirtieron en bienes muy apreciados.
Confiados en sus fuerzas, los elfos empezaron a disminuir sus ejércitos y sus flotas. Después de casi 15 siglos de paz relativa bajo Bel-Korhadris y Aethis, los recuerdos de las guerras y las viejas enemistades comenzaron a desvanecerse. Se establecieron contactos con los enanos para recuperar la Corona del Rey Fénix. Fueron rehusados pero los elfos no se lo tomaron como un insulto. Se instauro una relativa autocomplaciencia. En la corte se establecieron facciones y las intrigas, un peligroso pasatiempo entre los elfos en el pasado, empezó a ser para la mayoría una forma de vida. También fue durante ese periodo cuando los elfos se dieron cuenta de que eran una raza agonizante. Incluso durante los largos años de paz, la población disminuía. El número de nacimientos había comenzado a disminuir y las grandes ciudades comenzaron a quedarse vacias.
Una vez más comenzó a brotar el Culto del Placer, esta vez oculto bajo un secreto que lo hacía aún más atractivo para los astiados aristócratas élficos. Tras un cierto tiempo los Maestros de la Espada de Hoeth comenzaron a investigar el culto y a informar de sus descubrimientos a la Torre Blanca. Sus descubrimientos pusieron los suficientemente nervioso al Gran Señor del Conocimiento como para informar al Rey Fénix. Se descubrió que el Canciller de la Corte era un espía secreto de Naggaroth. Cuando fue descubierto clavó una daga envenenada en el corazón de Aethis, y así el octavo Rey Fénix fue asesinado por un amigo de absoluta confianza.
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Mensaje  Aliennah Miér 8 Oct 2008 - 19:27

Morvael el inquieto (del 1121 al 1502 en el calendario imperial)

El octavo consejo eligió a Morvael de Yvresse para suceder al asesinado Rey Fénix. Bajo el reinado de Aethis fue el Gran Señor del conocimiento de laTorre Blanca. Aunque la había estudiado, no tenía ninguna experiencia en el arte de la guerra. Su primera acción después de ser coronado fue ordenar una expedición de castigo sobre Naggaroth. Se envió una flota élfica hacia el frio norte, que fue masacrada por los Elfos Oscuros.
Cuando los pocos supervivientes llegaron a Ulthuan trayendo las noticias sobre la derrota, empezó a extenderse el pánico entre los altos elfos. Lo último que esperaban era una derrota. Habían supuesto que la amenaza de Naggaroth estaba prácticamente extinguida, pero al parecer los elfos oscuros simplemente se habían dedicado a reconstruir sus fuerzas. Al haber permitido que durante los reinados de Aethis y de Bel-Koradris disminuyesen sus flotas y ejércitos, los elfos de Ulthuan habían permitido que sus oscuros parientes les igualaran y casi les sobrepasaran en el terreno del poder militar.
Durante los años de paz, los sirvientes del Rey Brujo habían explorado el mundo en busca de esclavos duros y belicosos. Ahoran podían disponer de grandes contingentes de guerreros humanos esclavizados por las drogas y otras criaturas aún más siniestras.
Un poderoso ejército de elfos oscuros conquistó la Isla Marchita y se dirigió hacia Ulthuan. Reconquistaron la ciudad maldia de Anlec y edificaron una gran fortaleza entre los escombros. Rápidamente se dirigieron hacia el sur, pudiendo ser rechazados tan sólo tras una lucha desesperada junto a la Puerta del Grifo.
Empezó un nuevo periodo de guerras. Morvael, habiendo aprendido algunas lecciones de sus primeras derrotas, eligió a Mentheus de Caledor como mariscal de campo. Desesperado por la excasez de soldados, organizó un sistema de levas que ha perdurado hasta la actualidad. Este obligaba a cada elfo a pasar como mínimo una parte del año formando parte del ejército y a costearse su propio equipo. Era un sistema de reclutamiento capaz de conseguir que la menguada población de Ulthuan pudiera disponer de unos ejércitos de ciudadanos soldados mucho ás poderosos de lo que su población podía dar a pensar.
Morvael tenía un alma muy sensible y llena de tensión, y a menudo era asaltado por terribles sueños y pesadillas. No podía más que mandar a sus amigos y conocidos a la muerte pero para conservar el reino poco podía hacer. Vació las arcas del Trono del Fénix para construir una flota nueva y poderosa capaz de llevar la guerra a los mares del norte y así detener el flujo de refuerzos que enviava Naggaroth. Se vio obligado a utilizar a los maestros de la espada y a otros agentes para buscar a los devotos del Culto del Placer, y tuvo que soportar la nada agradable tarea de firmar sus sentencias de muerte. Durante muchas noches se encerraba en su torre, y se le encorvo la espalda y envejeció prematuramente a causa de sus preocupaciones.
Durante un siglo se vivió un estado de guerra intermitente. Las flotas de Ulthuan recorrieron los mares destruyendo los barcos de los elfos oscuros que iban a la busquedade esclavos. Se construyeron dos nuevas fortalezas muy lejos de Ulthuan para hacer posibles esas misiones de tan largo alcance. En el extremo del Continente Oscuro se constuyó la Fortaleza del Amanecer para reabastecer a las flotas y proteger las rutas comerciales ahacia Catai. En el extremo sur de Lustria se contruyo la Ciudadela del Crepúsculo para servir de base desde donde las flotas élficas pudiesen proteger las costas de Lustri Meridional.
Llegado el momento, se llego al punto crítico de la guerra, Mentheus de Caledor asediaba Anlec con un gran ejército. Morvael permanecía en el Templo de Asuryan esperando el resultado de la batalla. Cada noche era asaltado por sueños cada vez más pavorosos. Hay quien dice que era el mismo Rey Brujo quien le enviaba esos sueños para atormentarle. Cada día que pasaba se volvía más y más desesperado y desesperanzado al recibir a los mensajeros con las noticias sobre las bajas de su ejército.
El día que cató Anlec, Menthues murió mientras dirigía el asalto. Su gran dragón Colmillo Nocturno entró en un estado de furia asesina y acabó con imnumerables elfos oscuros y sus tropas de esclavos. Fatigado hasta la muerte, desesperado y abatido, Morvael abdicó entrando en las llamas sagradas de Asuryan. Ningún mortal puede sobrevivir a esto dos veces. Morvael murió la misma mañana en que sus ejércitos consiguieron la victoria.
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Mensaje  Aliennah Miér 8 Oct 2008 - 19:27

Bel-Hator el Prudente (del 1503 al 2162 en el Calendario Imperial)

Después de la victoria en Anlec los elfos se vieron obligados a elegir un nuevo rey. Mentheus de Caledor, la elección que parecía más obvia, estaba muerto. En la corte, numerosas facciones maniobraban para que fuese elegido su candidato. Algunos quería proseguir la guerra y apostaban por el hijo de Mentheus, Altheus. Otros pensaban que ya se habían perdido demasiadas vidas, y querían que el Rey Fénix buscara la paz. Esta facción defendía la candidatura de Kregan de Yvresse. El noveno consejo llegó a un punto muerto y vieron que tenía que llegarse a un compromiso. Finalmente se eligió y se coronó a Bel-Hator, un príncipe hechicero de Saphery.
Bel-Hator parecia una mala elección: como todos lo príncipes de Saphery, tenía algo de excéntrico. La mayoría de los príncipes le consideraban una persona facilmente manipulable para los objetivos de su facción. estaban equivocados.. Bel-Hator resulto ser sorprendentemente sabio y poseer una gran fuerza de voluntad. Rechazó todas las propuestas que le hicieron de invadir Naggaroth. Sabía que aunque era posible que Ulthuan ganase la guerra en las desoladas tierras del norte, el coste sería tan elevado que los reinos élficos no se recuperarían nunca. La pobalación de los elfos había disminuido tanto en los últimos años que muchas de las ciudades estaban medio vacias y se habáin abandonado la mayoría de las tierras. No estaba dispuesto a jugarse el futuro de la raza de los elfos.
Su atención pronto se concentró en otro lugar. En el Viejo Mundo la raza de los hombres había salido del salvajismo para convertirse en la civilización dominante en poco más de dos milenios.. Dos poderosos reinos dominaban el norte del Viejo Mundo. El Imperio una libre unión de ciudades estado y provincias que estaban aliadas con el Emperador, y el reino de Bretonia. Más allá del Viejo Mundo se hallaba el reino de Norsca, de donde procedían los feroces nórdicos, famosos por sus incursiones.
Sus naves hacía tiempo que perturbaban las costas de Ulthuan, deslizándose entre la pantalla de buques de guerra élficos.Bel.Hator convocó a los má grandes magos de Ulthuan y les instruyó para que vigilarán las rutas de acceso a Ulthuan por el este. Después de tres décadas de preparativos, los magos rodearon las rutas de aproximación a la isla con un muro de hechizos, ilusiones, nieblas y traidores arrecifes móviles. Para los incursores nórdicos resulto practicamente imposible llegar a Ulthuan, excepto por pura casualidad. Las leyendas sobre estas teribles rutas marítimas llegaron al Viejo Mundo e hicieron hablar a los hombres del reino élfico con pavor.
Los nórdicos no eran los únicos hombres que se atrevieron a utilizar las rutas marítimas que conducían a Ulthuan. Cada vez más, los grandes poderes navales del Viejo Mundo, el Imperio y Bretonia, cruzaron el océano hacia el oeste en busca de Ulthuan y las legendarias ciudades de oro de Lustria. Los hombres del Viejo Mundo eran marineros obstinados, y finalmente algunos de sus navios encontraron una ruta hacia Ulthuan. El Rey Fénix proclamó un edicto prohibiédoles desembarcar en Ulthuan. Sin embargo, accedió a que Finubar, Príncipe de Eataine, volviese al Viejo Mundo con ellos para conocer los nuevos soberanos del Viejo Mundo.
Finubar navegó hasta LÁnguille, en Bretonia, y desde allí pasó cincuenta años deambulando por el continente. Acausade la antigua rivalidad con los enanos, hacía mucho que un alto elfo no ponía el pie en el Viejo Mundo. Se sintió a la vez impresionado y aterrado por lo que allí vió. Los reinos humanos eran enormes, numerosos y muy poblados. Los hombres demostraban un gran ingenio en sus obras de ingeniería y erudición.
Finubar había esperado encontrar chozas de barro y salvajes primitivos. En vex de ello encontró poderosas ciudades rodeadas por murallas y ejércitos disciplinados capaces de sojuzgar a los orcos y de mantener la paz sobre territorios inmensos. Vio que los humanos eran numerosos y cada vez más, y que sólo era cuestión de tiempo que eclipsaran a las razas más antiguas. Además quedó fascinado por su tosca vitalidad y su exuberante cultura, su energía y su codicia. Rápidamente decidió que sería mejor para los elfos el tener a estas gentes como aliados y no como enemigos.
En sus viajes también visitó el perdido reino élfico de Athel Loren. Quedó a la vez impresionado y conmovido por lo que allí encontró. Los elfos de la vieja provincia fronteriza habían seguido un camino muy diferente al de los altos elfos. Parecían rústicos y atrasados, aunque con todo le resultaban más fáciles de comprender y le eran más amistosos que los humanos.
Cuando Finubar regresó a Ulthuan fue recibido como un gran héroe. Rápidamente llevó las noticias al rey Bel-Hator. El Rey Fénix escuchó sus conclusiones y revocó su anterior edicto. A petición de Finubar, se abrió la ciudad de Lothern al comercio con los humanos y se les proporcionaron pilotos elfos para guiar sus flotas comerciales a través de los accesos a Ulthuan.
De esta forma empezó un segundo periódo de gran crecimiento para Lothern. El Príncipe Finubar fue féliz al observar cómo su ciudad natal se convertía en el puerto comercial más grande del mundo. Los humanos quedaron asombrados por la gracia y la majestuosidad de la civilizaciónélfica, y quedaron agradablemente complacidos con los negocios que allí efectuaban. Los elfos se mostraban encantados de tener poderosos aliados en el Viejo Mundo. Bel-Hator murió pacíficamente. Finubar fue elegido su sucesor.
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Mensaje  Aliennah Miér 8 Oct 2008 - 19:29

Finubar el Navegante (del 2163 al... en el calendario imperial)

finubar de Lothern parecía el príncipe más indicado para entender esta nueva época. Por su temperamento y experiencia, estaba preparado para tratar con la raza humana, y como nativo de Lothern, había crecido con el conocimiento de la importancia del comercia y una actitud tolerante y cosmopolita. Inauguró una nueva política de comercio y exploración. Las rápidas naves élficas llegaron a lugares tan distantes como Catai y Nipón para comerciar. Riquezas incalculables llegaron a Lothern.
El reinado de Finubar sólo fue ensombrecido por la llegada de la gran incursión del Caos cuando parecía que los poderes oscuros habían vuelto oara reclmar la tierra. Una inmensa invasión de elfos oscuros llegó desde Naggaroth, y el propio Rey Brujo regresó a Ulthuan. Durante un tiempo pareció como si se hubiese perdido la Reina Eterna de Avelorn, y con ella ella el reino. Entonces, dos poderosos héroes, los hermanos gemelos Tyrion y Teclis, acudieron en ayuda del reino para repeler la invasión. Desde entonces, el mundo se ha vuelto más siniestro. Las incursiones de los Nórdicos se han hecho más frecuentes. Una horda de goblins bajo el mando de Grom el Panzudo sometió al pillaje el este de Ulthuan. Los elfos oscuros han cometido innumerables actos de piratería. La promesa de una nueva edad dorada ha desaparecido, y los elfos y sus nuevos aliados han tomado las armas una vez más.
La actualidad representa para los elfos una época de renovación y a la vez de destrucción. Sus viejos enemigos se han hecho más fuertes y ellos se han debilitado. Aunque pocos humanos lo comprenden, Ulthuan es una potencia en declive. Todavía puede reunir la flota más poderosa del mundo conocido, y sus ejércitos son temidos por sus enemigos pero el reino no es sino una sombra de lo que fue antaño. Mucha gente de Ulthuan cree que los gloriosos días de los elfos ya han pasado.
A pesar de todo, cada año se presentan nuevas oportunidades de obtener gloria y luchar contra el mal. Todavía quedan poderosos héroes elfos. Los dragones, aunqeu escasos se están volviendo cada vez más inquitos en su sueño. Una vez más, el Rey Brujo está activo en el Norte y la Espada de Khaine ronda los sueños de los guerreros. Los elfos todavía tienen un gran papel que jugar antes de que llegue el último acto del largo drama que llevan tanto tiempo representando.
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