Tirwal Sangrefuego
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Tirwal Sangrefuego
Mi nombre es Tirwal Sangrefuego.
Por suerte o por desgracia soy huérfano. Esto me llevó a no poder elegir otro destino que el de convertirme Hechicero Brillante cuando mi madre adoptiva me encontró en una de las callejuelas del barrio pobre de Altdorf. Desde pequeñito viví rodeado de llamas y fuego, mientras mi madre Aldaya continuaba su contínuo aprendizaje. Ella siempre me hacía reír al verla invocar danzarinas figuras llameantes en los aposentos de su celda. Hacía pequeños teatros que me enseñaban casi toda la historia del mundo que ahora se. Yo era feliz, el fuego era algo hermoso y divertido.
Dicha felicidad se vió nublada cuando, yo todavía con 8 años de edad, soporté la muerte de la única que me había dado cobijo y un hogar. Descubrí todas las presiones y sacrificios que mi santa madre había tenido que soportar para poder tener un niño bajo las estrictas normas del Colegio. Esto me hizo suponer que Fatuo, un alto cargo dentro de la hermandad y tras el fallecimiento de mi madre mi maestro, debió de ser como un padre invisible que mi madre jamás se atrevería a confesar.
Así comencé a moldearme con el fuego, a las estrictas normas del Colegio y a tratar de conservar mi humanidad. Me horrorizaba la idea de convertirme, como otros de mis hermanos, en un ser deformado por la magia. Pero los hombres no estamos hechos para controlar lo que no nos pertenece y el fuego del diablo cobró su diezmo. Los tatuajes en mis brazos fueron irremediables, surgieron solos cuando alcancé suficiente poder como para dejar atrás las enseñanzas de mi maestro. Mi mirada conservaba jovialidad pero mi rostro había envejecido demasiado para tener 32 años a mis espaldas. De un modo u otro, había logrado ser lo más normal que un mago brillante podría haber deseado nunca.
El caos esta dentro de mí, lo siento retorcerse y arañar mis entrañas. Desea salir fuera... Y juro que lo hará... Cuando yo se lo permita, de eso no cabe duda alguna.
Por suerte o por desgracia soy huérfano. Esto me llevó a no poder elegir otro destino que el de convertirme Hechicero Brillante cuando mi madre adoptiva me encontró en una de las callejuelas del barrio pobre de Altdorf. Desde pequeñito viví rodeado de llamas y fuego, mientras mi madre Aldaya continuaba su contínuo aprendizaje. Ella siempre me hacía reír al verla invocar danzarinas figuras llameantes en los aposentos de su celda. Hacía pequeños teatros que me enseñaban casi toda la historia del mundo que ahora se. Yo era feliz, el fuego era algo hermoso y divertido.
Dicha felicidad se vió nublada cuando, yo todavía con 8 años de edad, soporté la muerte de la única que me había dado cobijo y un hogar. Descubrí todas las presiones y sacrificios que mi santa madre había tenido que soportar para poder tener un niño bajo las estrictas normas del Colegio. Esto me hizo suponer que Fatuo, un alto cargo dentro de la hermandad y tras el fallecimiento de mi madre mi maestro, debió de ser como un padre invisible que mi madre jamás se atrevería a confesar.
Así comencé a moldearme con el fuego, a las estrictas normas del Colegio y a tratar de conservar mi humanidad. Me horrorizaba la idea de convertirme, como otros de mis hermanos, en un ser deformado por la magia. Pero los hombres no estamos hechos para controlar lo que no nos pertenece y el fuego del diablo cobró su diezmo. Los tatuajes en mis brazos fueron irremediables, surgieron solos cuando alcancé suficiente poder como para dejar atrás las enseñanzas de mi maestro. Mi mirada conservaba jovialidad pero mi rostro había envejecido demasiado para tener 32 años a mis espaldas. De un modo u otro, había logrado ser lo más normal que un mago brillante podría haber deseado nunca.
El caos esta dentro de mí, lo siento retorcerse y arañar mis entrañas. Desea salir fuera... Y juro que lo hará... Cuando yo se lo permita, de eso no cabe duda alguna.
Tirwal- Cantidad de envíos : 20
Fecha de inscripción : 25/09/2008
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